Aunque tarde, creo que el Gobierno terminará por arrodillarse.
El inicio perezoso del 2014 y la fiesta de la Epifanía en que aún se comparten regalos, amores e ilusiones con la familia y los amigos, hace que la mayoría de los venezolanos sigamos tratando de olvidar los pesares individuales, nacionales e internacionales. Este inicio del año convoca, más bien, a la reflexión positiva sobre algo que llene el alma que tan magullada la dejó el 2013.
Pues yo escojo, como la revista Time, el diario Le Monde y la revista gay The Advocate, reflexionar sobre el papa Francisco y sus llamados de esperanza. El Pontífice no solo ha suscitado simpatías mundiales por su espontáneo carisma, sino grandes esperanzas de cambios morales y espirituales en lo político, económico y social; en los colectivos, en los gobiernos, en la instituciones, empezando por la iglesia Católica.
Su autoridad esperanzadora también tocó a Venezuela tras su sentida manifestación de preocupación, el pasado abril en plena plaza de San Pedro, por nuestra crítica situación nacional. También luego de recibir en su despacho tanto a Nicolás Maduro como a Henrique Capriles.
El Papa pidió a nuestros dirigentes gubernamentales y opositores el cese de “toda violencia” en el país y el establecimiento de un “diálogo basado en la verdad, el reconocimiento mutuo y la búsqueda del bien común”. Un precario paso hacia ese diálogo se dio en diciembre, cuando el Gobierno llamó a una cita, aunque en tono humillante, y la oposición acudió, mostrando grandeza y valentía política.
Pero ahora en enero, conductas oficialistas como la negativa de dar amnistía a los presos políticos, la publicación de una lista de opositores que viajaron al exterior durante navidades, así como la exclusión y agresión a los diputados democráticos en la AN, parecen cerrar esas y otras posibilidades de encuentro.
Pese a todo, como también recordó el Papa, siempre hay algo hermoso en nuestras vidas individuales y nacionales que está por aparecer y nos sorprenderá. Aunque tarde, creo que el Gobierno terminará por arrodillarse.
MARÍA TERESA ROMERO ― EL UNIVERSAL
Matero1955@hotmail.com