Una de las frases más usadas en el ecosistema deportivo es “La política y el deporte no se mezclan”. Una frase que está cargada de ideales, y con una muy buena intención con respecto al fin de cada uno. Sin embargo, esto no es más que un idealismo. Desde la concepción del deporte como actividad y como elemento intrínseco de la sociedad, este ha sido politizado o utilizado con fines políticos. Tan importante ha sido el deporte históricamente que cuando se realizaban los Juegos Olímpicos –La competencia deportiva más importante – las guerras se pausaban para su celebración. Asimismo, encontramos otro evento como el sucedido el 25 de diciembre de 1918 cuando los soldados británicos y alemanes pausaron la guerra para disputar un partido de fútbol. Dichos ejemplos son solo unos tantos casos de la importancia histórica que ha tenido el deporte para la sociedad.
Ahora bien, es inviable separar al deporte de la política, porque esta como fenómeno social está dirigida por el Estado. De hecho, el deporte ha sido el medio habitual y más usado para el proselitismo político. Por lo cual, es muy común utilizar el deporte como una forma más de hacer política. Por ello, no es sorprendente que los regímenes autoritarios empleen en él
una oportunidad para la propagación de su propaganda y sacar rédito del mismo. El cambio lo vemos en el deporte de alto rendimiento con la aparición de las organizaciones privadas encargadas de velar por su correcto funcionamiento. Empero, estas organizaciones también
pueden involucrarse en conflictos políticos desde su forma de acción, el deporte.
El boicot es definido según la Real Academia Española como “acción destinada a entorpecer o impedir que una persona o empresa desarrolle normalmente su actividad, a menudo como medida de presión”. Su origen proviene de Charles Boycott, quien debido a sus formas de administrar las tierras, los campesinos y muchas empresas se negaron a trabajar con él. Lo anterior trajo como consecuencia que Boycott emigrara y dejara la
administración de tierras. Desde ahí, el boicot se volvió una forma efectiva de presión y de protesta contra las situaciones que afectaran o se consideraban que afectaban a un grupo de personas. Por consiguiente, este tipo de acciones se fueron extendiendo en la sociedad desde distintos ámbitos y sectores. Lógicamente, en el sector deportivo también adquirieron los boicots como formas de protestas. El primer boicot deportivo registrado dio lugar en 1956, año donde se celebrarían los
Juegos Olímpicos en Melbourne, Australia. Ese año se dieron dos acontecimientos políticos importantes, tales como la Guerra de Sinaí y la invasión Soviética a Hungría. En ambos casos la COI se negó a excluir de esos juegos olímpicos a Francia, Inglaterra e Israel por su participación a la guerra de Sinaí; lo cual esto causó la no participación de Egipto, Líbano e
Irak. Por otra parte, tampoco negó la participación de la URSS y con ello España, Países Bajos y suiza tampoco asistieron.
No obstante, es necesario aclarar que el primer movimiento para boicotear un evento deportivo fue en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, donde los Estados Unidos se plantearon no asistir para no legitimar al régimen nazi. Si bien este movimiento fracasó, ya desde 1936 hay antecedentes de querer boicotear eventos deportivos manejados por el autoritarismo.
A su vez, debemos recalcar que no todos los boicots deportivos se efectúan de forma política. Por ejemplo, la Confederación Africana de Fútbol boicoteó el mundial de 1966 porque no tenían cupos directos para el evento, algo que Europa y América sí tenían, y el único cupo debía disputárselo entre Asia, África y Oceanía.
Por otro lado, los autoritarismos tiene una peculiaridad obsesión por hacer propaganda mediante el deporte, sabiendo la influencia que tiene el mismo en la sociedad, estos lo ven como una oportunidad dorada para seguir concentrando la hegemonía comunicacional sobre sus regímenes. Muchos casos hay en la historia donde los tiranos han utilizado al deporte como forma de proliferar sus ideas y perpetuarse en el poder, llegando a incluso
amenazar a los propios atletas o a sus familiares directos con represalias, tal como ocurre en Cuba.
Por consiguiente, uno de los terrenos que se han usado para combatir con el autoritarismo ha sido el deporte. Los juegos olímpicos de Moscú de 1980 ha sido uno de los eventos deportivos más boicoteado en la historia, cuando Estados Unidos se negó a participar por la invasión soviética a Afganistán, donde se violentaban los Derechos Humanos. En este boicot participaron aproximadamente sesenta países y significó uno de los eventos más
politizados de la historia.
La invasión rusa a Ucrania reavivó un terreno que poco se había usado para hacerle frente a los autoritarismos. En un mundo donde las sanciones económicas predominan para hacerle frente a los regímenes no democráticos, se suele olvidar uno que puede llegar a afectar mucho a estos regímenes, aunque no lo parezca, que son los deportivos. Rusia ingresó más
de 10 millones de Euros por albergar el mundial de fútbol en 2018, donde también tuvo una gran propaganda pro-Putin. Evento, que de hecho, tuvo muchísimos debates para ser boicoteado desde Europa y Estados Unidos, el cual al final no se dio.
El mundo deportivo se ha movido de una manera nunca antes vista, desde todos los sectores para sancionar a Rusia y crear el mayor boicot deportivo contra el país. En cuestión de semanas, Rusia se quedó sin albergar la final de la UEFA Champions League, se les suspendió a los equipos rusos jugar torneos UEFA, se prohibió a Rusia jugar el repechaje para la clasificación al mundial de Qatar 2022, siendo todo esto solo en fútbol. Otros deportes como las Fórmula 1 no correrán en Rusia para la temporada, lo cual significa pérdidas millonarias que ingresan al país. Sin embargo, han sido más las federaciones de los distintos deportes que han boicoteado directa o indirectamente a Rusia.
Efectos de estas sanciones han sido el pronunciamiento de atletas rusos en contra de la guerra, que ha sido sorprendente porque, por regla general, los atletas no suelen posicionarse o hablar sobre política por recomendación de su entorno. De esta forma, el aislamiento mediático a Rusia ha ido incrementado cuando sus propios atletas faltan a la acostumbrada “neutralidad”.
Por último, se tiene la idea de que las sanciones deportivas o los boicots deportivos no suelen ser eficaces y que solo son palabras vacías por parte de los Estados para hacerle frente a los autoritarismos. Sin embargo, esto ha sido demostrado que afectan tanto de forma social como económicos al país y, por supuesto, a los regímenes autoritarios. Ellos utilizan el deporte como forma de proliferar sus ideas. Por lo cual, tenemos que usar ese mismo terreno para enfrentarlos. No es sencillo, debido a que el deporte de alto rendimiento es administrado por organizaciones privadas. No obstante, ellos también deben tomar iniciativa en sancionar a los países autoritarios. Rusia fue el principio de una actuación en conjunto de las federaciones deportivas en utilizar el deporte como frente de batalla contra el autoritarismo, pero debemos presionar para que no sea el único autoritarismo por el que ellos batallen, y sean a todos.
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Fuente: www.cedice.org.ve