Como estudiante, asistir al Congreso de actualidad económica de la UCAB me dejó con dos estados de ánimo: fascinado y desmoralizado. Empecemos por justificar el primero, y es que tener la oportunidad de recibir las ponencias de figuras tan importantes, influyentes e inteligentes en el área económica te enriquece muchísimo como economista en proceso de formación.
Sinceramente creo que podría haber estado durante horas escuchando la presentación de ponentes como Asdrúbal Oliveros y Luis Vicente León, quienes manejan muy bien la actualidad del país, pero más importante aún, la saben explicar de forma clara y con datos importantes.
Este tipo de eventos son de gran importancia tanto para los jóvenes como para los no tan jóvenes, ya que nos permiten aprender, reflexionar, informarnos y algo fundamental como lo es el debatir sobre estos temas. Fuera de las instalaciones de la UCAB pude intercambiar ideas con compañeros de clases sobre temas que se hablaron en el congreso, uno de ellos fue el encaje legal y otro fue el la eliminación del Banco Central, tópicos que en lo particular me gustan muchísimo.
Ahora vayamos a la parte desmoralizadora, porque si bien es interesante como economistas estudiar la evidencia empírica que nos da el experimento llamado socialismo del siglo XXI, es complejo ser (junto con millones de personas) una rata de laboratorio de ese experimento. Ver reflejada una recesión durante 5 años seguidos, la mayor pérdida de PIB acumulada en la historia de la región, la hiperinflación más alta de la historia del país, una deuda monumental de la cual parte de ella ya hemos defaulteado, entre otros datos que son tan desconsoladores que sería legítimo recibir ayuda de un profesional en psicología para la depresión que dan estas cifras.
Pero esos datos no son sólo números, una imagen que recuerdo vívidamente fue hace un par de semanas ir en el metro de Caracas y ver a un par de niños mendigos con rompa muy holgada y detrás de ellos un cartel que decía algo similar a “Antes de la revolución, los niños consumían 1000 calorías menos que ahora”, la ironía me partió el alma. Y a pesar de que la economía sea una ciencia que se basa mucho en la estadística y las matemáticas, no deja de ser una ciencia social y la mejor muestra de la catástrofe económica que vive nuestro país no está en los libros y las gráficas, sino en las calles. Un claro ejemplo fue la ponencia de Alberto Vollmer que llevó a mis glándulas lagrimales al límite con su presentación de como ayuda a las personas que pueden ser consideradas las escoria de la sociedad, pero no les da un subsidio, sino un trabajo por medio de la iniciativa privada del Proyecto Alcatraz.
Como amante de la economía salí del congreso con una mayor instrucción y reafirmando mis conocimientos sobre las políticas que son necesarias para que el país salga de este desastre macroeconómico, y se puede resumir en una sola palabra: libertad. El gobierno se ha visto en la necesitad de darle migajas de libertad a los agentes económicos de la sociedad debido a la pérdida brutal de poder adquisitivo y político del que tenía y eso ha desacelerado el empeoramiento de la situación venezolana, pero en el momento en que adoptemos un sistema liberal de shock es que verdaderamente lograremos subir como la espuma y reconstruir a un país en ruinas.
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Fuente: www.cedice.org.ve