El Nacional. Edición del 5 de marzo del año 1971. Entre hojas y hojas hay una que visualmente llama bastante la atención. A su izquierda, una imagen casi total de la parte superior de un campesino. A su derecha, un texto dividido en tres grandes partes. La del medio, sin embargo, monopoliza casi todo el espacio. Ahí aparece escrito con grandes y poderosas letras “ESTE GOBIERNO”. Los demás textos, el superior y el inferior son solo resúmenes de los grandes logros de este último en materia agraria.

Alrededor de cuarenta años después una manifestación se está desarrollando en el centro de Caracas. Seguidores del presidente se reúnen en la capital para manifestar su apoyo a favor de la política de las misiones sociales.  Una entrevistadora se dedica a preguntar a los asistentes sus opiniones. La primera persona: En Chávez se representa la continuidad de nuestro gobierno […] en Chávez se refleja el pueblo venezolana. Otra: El gobierno es Chávez. Nos ha dado todo.

No está bien visto tratar temas históricos usando anécdotas. Tienden a ser catalogadas como superfluas, aisladas, remotas y parciales. Sin más contenido que lo sensacionalista.  Y creo que también estaría de acuerdo. Sin embargo, si nos proponemos a estudiar algo un poco diferente a la historia, pueden resultar muy útiles. Detrás de expresiones fugaces como éstas se manifiesta, aunque muy sutilmente, todo un mundo de valores, actitudes y opiniones de una sociedad hacia las diferentes partes que la componen. Detrás de la forma de estas palabras, de como se dicen las cosas, se puede encontrar su verdadero contenido.

Extraño es, por ejemplo, el uso de la palabra gobierno en vez de estado en las dos anécdotas. La palabra estado nunca ha germinado en el vocabulario venezolano, mientras que gobierno goza de una hegemonía casi que absoluta en la vida política y social. Está cargada una connotación mucho más personalista, más cerca y a la vez más arbitraria.  El gobierno debería hacer aquello, el gobierno no debería permitir eso otro, el gobierno que tiene…. Tal vez, el uso de la palabra gobierno,en vez de la palabra estado esconde algo más profundo. Entre el uso más común de una palabra y menos de la otra puede, tal vez, verse una sutil relación existente entre los venezolanos y el poder político. Puede encontrarse, en fin, haciendo atención a pequeños detalles sociales como estos, y muchos otros más, la historia de la relación entre la sociedad y el estado en Venezuela. Se manifiesta entre todas estas expresiones, opiniones y manifestaciones, que parecen tan vacías desde un primer momento, una red de sentimientos, valores, principios y expectativas escondidas en nuestro ideario colectivo.

Es esta la historia que nos interesa. La de la relación latente y escondida que existe entre la sociedad y el estado. No la de la sociedad. No la del estado. Sino la historia de su mutua determinación y su posterior manifestación. Una historia que por eso no puede resumirse en una mera enumeración de hechos o de procesos. Una historia que debe buscar en las mentalidades  del colectivo los profundos cambios sociales que se fueron manifestando. Una historia que al no ser normal, justamente como decía anteriormente, tiene que hacerse escuchando lo que las personas del pasado nos tienen que decir.

No es casualidad, tal vez, que la estatolatría haya iniciado a coagularse  en Venezuela a mediados de los años cincuenta. Entre petróleo, sociedad de masas y, posteriormente, democracia. Desde aquellos año hasta hoy podemos seguir una línea que marca la esencia de la relación estado-sociedad en Venezuela. La de la dependencia de uno sobre el otro.

El estado como ídolo

En La storia del liberalismo europeo Guido De Ruggiero dedica un capítulo del libro para hablar de la relación existente entre democracia y liberalismo. Al final del texto De Ruggiero, en un profundo estudio sobre las consecuencias políticas y sociológicas de democracia, nombra la que para èl es una de sus consecuencias más peligrosas La estatolatría. La sociedad democrática moderna, que se fundamenta bajo el principio voluntad popular, tiende naturalmente a concebir el nuevo estado como “una especie de Providencia terrenal”. Es decir, en palabras de otro filósofo italiano, que la estatolatría se identifica con “Las actitudes prácticas-políticas, cubiertas de una confianza absoluta en el estado, en sus funciones institucionales y en sus vocaciones éticas-históricas en el organizar, administrar y dirigir la entera vida de la sociedad y de los individuos”. Esta se configura entonces como una tendencia de dependencia cultural y material de la sociedad de frente al estado.

Característica del nuevo estado moderno, consecuencia de su democratización, ha sido la dilatación de las esferas de participación y control. El estado es empujado cada vez más cumplir un número mayor de funciones, interfiriendo y controlando esferas de la vida individual. El culmine de esa interferencia se manifiesta en el estado paternalista que asume la tarea de proveer y orientar a los ciudadanos que ya no son más vistos y concebidos como tales, sino como a individuos incapaces de valerse por sí mismos. Ya De Ruggiero escribía que la injerencia estatal es el punto máximo de la mentalidad democrática, destinada a curar todos los defectos de la inmadurez y de la pereza.

Como introducción podemos solo decir que desde el siglo XX en Venezuela se ha instaurado un régimen estatolátrico con sus características propias y con diferentes niveles de intensidad. Eje central de la relación sociedad-estado en el país es la cultura generalizada que ve en el estado, más precisamente en el gobierno, curador de todos los males.

Petróleo y democracia en Venezuela

En un documental sobre uno de los presidentes más importantes y polémicos del país una profesora Americana narra una experiencia iluminadora. Durante una estadía en Caracas tuvo la oportunidad de entablar conversación con Juan Pablo Pérez Alfonso. Quería resolver unas dudas para un trabajo que estaba realizando sobre la OPEP. Cuenta ella que él le respondió, en una frase impregnada de criollismo, que la OPEP era un tema muy aburrido. Que lo verdaderamente interesante era lo que el petróleo le estaba haciendo a los venezolanos.

Mientras la mayoría de las naciones europeos entran en la fase democrática y de masas entre finales del siglo XIX e inicios del XX, Venezuela lo hará solo a mediados del siglo XX. Por esos años el estado venezolano empieza a ampliar considerablemente sus funciones. Asistencia social, obras públicas y estatizaciones son características claves de este periodo mientras que por otro la sociedad venezolana se robustece. La población ya alcanza un número considerable. Las organizaciones sindicales y partidistas juegan un rol fundamental en la vida nacional. Las ciudades se vuelven centros del comercio, del trabajo y del consumo. Primordiales estos años, ya que durante ellos se afianzarán en Venezuela los cimientos de la futura sociedad estatolátrica.

Sin embargo, actor principal de este periodo, y él que definirá casi exclusivamente el camino que se tomará, es el petróleo. A diferencia de sus correspectivos europeos, en donde el estado sobrevive gracias a los impuestos recabados de la sociedad, el estado venezolano se mantiene por la renta petrolera. La sociedad es prescindible para su sobrevivencia. De hecho, será la sociedad que dependerá del estado para sobrevivir.

De frente a un estado cada vez más rico, la sociedad venezolana se configura y se estructura alrededor de la renta petrolera. Empresas, negocios, instituciones de todo tipo e individuos. Todos se alinean para recibir, directamente o indirectamente, la riqueza recabada de la venta del petróleo. Es el estado el único capaz de concederla y no tiene problemas en hacerlo. La cultura política de las clases dirigentes de aquellos tiempos es homogénea. El estado tiene que redistribuir las riquezas petroleras de la nación. Distribución que se manifiesta y concreta en una expansión radical de las funciones estatales que van desde la construcción masiva de obras públicas hasta el mantenimiento de una compleja y robusta red de subsidios.

La sociedad, y todos sus actores, se agotan en la riqueza del estado. Ya que es la sociedad la que vive del estado y no el estado de la sociedad, la riqueza de ella solo podrá ser proporcional a la riqueza de él. Que en este caso es proporcional a la riqueza conseguida de la renta. La cual, durante aquellos años, es más que suficiente para mantener un constante sentimiento de crecimiento y bienestar.

Hasta los años 80 el estado se dedica a ampliar la renta percibida por la actividades petrolera. Desde ahí en adelante su capacidad para mantener toda la estructura intervencionista que había creado y mantenido en el pasado se hace insostenible. Inicia, en este momento, la crisis que sacudirá y carcomerá a Venezuela durante el próximo ventenio. Crisis que se desarrollará con un estado y una clase política que se demuestra incapaz  de abandonar sus políticas pasadas y con una sociedad que no está dispuesta a soportar las consecuencias momentáneas de un cambio profundamente necesario.

Non Plus ultra de papá estado

En unos de sus famosos eventos televisados. Chávez recorre el centro de la ciudad. Entre calle y calle da vida a uno de los momentos más célebres y polémicos. Expropiese, dice, entre aplausos y gritos de la comitiva, expropiese todo para el pueblo.

Es a inicios del nuevo milenio que el modelo creado y desarrollado a lo largo del siglo pasado si manifiesta con todas sus fuerzas. Es durante este periodo que el estado que un conjunto de causas y fenómenos se alinean para crear una verdadera estatolatría del estado venezolano. Y, a pesar del profundo impacto económico y político que tuvo y tiene este modelo,  su consecuencia más dañina y duradera se encuentra en el campo de lo social.

Desde los primeros años del 2000 el estado venezolano comienza a etazizarse. Es decir, inicia a dotarse de misión moral. Misión moral que se manifestaba en la paternalización de las esferas de la sociedad.  De ahí en adelante el estado iniciará una campaña para despojar a la sociedad de cualquier fuerza independiente (partidos, sindicatos, opinión pública, etc) y hacerla a su vez más dependiente, material y mentalmente, del poder político.

De un lado, un sin fin de campañas que tenían como objetivo aumentar la dependencia económica de la sociedad del estado. Su esencia: la destrucción de la empresa privada y la estatización en todas las áreas económicas del país, incluyendo la más vitales como los alimentos y los servicios básicos. El estado se convirtió en el principal actor económico. Por una parte controlando directamente un sin fin de sectores productores de bienes y servicios y por otra parte  controlando el acceso a la renta de la cual dependían las restantes actividades privadas (importaciones, por ejemplo).

Por el otro, el estado emprendió un gigantesco esfuerzo propagandístico-ideológico que reforzó la cultura generalizada del paternalismo social y la orientó hacia otras matices más radicales. El estado moralizó los proyectos de asistencia  dándoles a ellos sea un significado político sea un sentimiento de legitimidad en su forma clientelista/estatalizada. Durante todos esos años el estado presentaba su modelo como un sistema de justicia social que se encarnaba en un proyecto político (el chavismo) que a su vez reforzaba la dicotomía pueblo/ricos. El estado se convirtió en una figura de redención social. La sociedad ya no solo dependía del estado. Este último era ya una entidad moralmente legítima que debía proveer  y solucionar.

Requiem

Inicios del 2014. Se realiza un evento del gobierno sobre la pobreza en el país. Durante la actividad interviene el entonces ministro de la educación. Dice: Sacar a los sectores más precarios de esta situación (la pobreza)  y eso tiene que estar acompañado de mucha organización, de mucho debate. No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlos a la clase media para que después aspiren ser escuálidos. 

La frase describe perfectamente la relación entre sociedad y estado para aquellos años. De un lado, el estado había alcanzado dimensiones nunca antes vistas mientras que había logrado reforzar su adoctrinamiento sobre la sociedad. Podía sacar a la gente de la pobreza, a través de sus políticas clientelistas, siempre y cuando se mantuvieran alineados con èl. Era la cumbre del proyecto político iniciado más de una década atrás

Sin embargo, el mismo año coincide con el inicio del desgaste y desaparición del mismo proyecto. A partir del 2014 el estado verá mermados sus ingresos en renta petrolera lo que le supondrá una reducción radical de las actividades políticas, clientelares y económicas.

Sin más recursos toda la estructura levantada por el chavismo cae. El estado había monopolizado casi totalmente todos los sectores del país. Salud, Turismo, Servicios públicos, alimentos, educación, industria, etc. Todos funcionan gracias a la renta. No solo eso, un conjunto de medidas financieras habían mantenido muy por debajo de su costo real servicios cotidianos y especiales: Gasolina, electricidad, importaciones, etc. Todo esto desaparece en pocos años. La crisis se desata.

Mientras el estado retrocede la sociedad no logra tomar espacios. En una situación normal ella hubiera recuperado los espacios abandonados por el poder político. Las iniciativas privadas hubieran podido florecer en el país ofreciendo una gama de productos y servicios que el estado ya no podía. Lo interesante fue que, aunque el estado no podía mantener más su antiguo modelo, estaba comprometido a seguir ocupando todos las esferas de la vida social, aunque sea de una manera parcial e ineficaz. Siguió manteniendo y dominando sectores económicos y públicos (hospitales, educación, empresas, etc) sin poder seguir manteniéndolas en las condiciones pasadas, pero a su vez sin dejarlas buscar en la iniciativa no estatal una solución a sus problemas.

Es así como se abre en Venezuela una nueva etapa, que yo defino post-petrolera, en donde la característica principal es que la renta obtenida por el petróleo ya no juega un papel protagonista en la economía y vida venezolana. Los antiguos subsidios casi desaparecen, el gasto público y el asistencialismo se reducen a una mínima expresión y los servicios públicos que el gobierno había monopolizado en el pasado brillan por su ausencia.  Y, mientras la sociedad buscaba sustituir al estado ineficaz a través de iniciativas que iban más de éste, el estadoa su vez optó por una serie de (des)políticas que resultaron en una radicalización de la crisis para la sociedad.

A finales de la segunda década en Venezuela, en el período post petrolero, se configura en el país una nueva relación entre el estado y la sociedad. Esta última vive un simultáneo sentimiento de dependencia y rechazo hacia el primero. Dependencia de las ayudas del estado, que debido a la aguda crisis económica se hacen cada vez más importantes. Pero también rechazo de esas, que son cada vez más progresivamente insignificantes e inútiles. Rechazo a un estado que si bien una vez lo dió todo, hoy no da nada. Y de frente a esta situación la sociedad se adaptó para buscar soluciones fuera de los confines estatales. El problema era que fuera de todos esos confines todo había sido destruido y degenerado por el estado y sus políticas. La hiperinflación, por el ejemplo.

A inicios de la segunda década del nuevo milenio todo se vuelve una especie de dilema. Es el estado que no termina de morir y la sociedad que no puede nacer, mejor, que el estado no deja nacer. El aparato estatal sigue sin abandonar los espacios ocupados del pasado. La mentalidad estatolátrica de la clase gobernante no da tregua  y la factura la pagan los ciudadanos. Mientras, ellos buscan soluciones propias, informales, privadas, pero que solo pueden materializarse en prácticas semi-clandestinas y semi-eficaces por el mismo control que el estado impone. La dolarización informal, por ejemplo. En pocas palabras, la sociedad ya no quiere vivir del estado, porque no puede, mientras el estado no quiere que la sociedad deje de vivir de él, aunque lo haga de manera famélica y miserable.

Es la situación en la que se encuentra la relación entre estos dos sujetos. Consecuencia de un modelo que tiene sus raíces muy en el pasado y que se radicalizó en los últimos veinte años. Hoy la sociedad tiene la voluntad de despertar y de crecer. Así como la historia se contextualizó en el pasado para concretar el dominio del estado sobre la sociedad, puede ser hora de que lo haga para el dominio, ahora sí, de la sociedad.

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Fuente: www.cedice.org.ve