LAS EMPRESAS DEBERÁN ENTENDER QUE LA CAPACIDAD DE INFLUIR ES MÁS IMPORTANTE QUE LA JERARQUÍA. SÓLO ASÍ PODRÁN ENFRENTAR LA REVOLUCIÓN TECNOLÓGICA E INCORPORAR A LAS NUEVAS GENERACIONES EN SUS FILAS.

Quizás el cambio más difícil que deberán plantearse las organizaciones es desaprender la forma en cómo lideramos, así que descifremos la realidad y los riesgos de una nueva “ingeniería social”. Ello nos exige renovadas destrezas para leer el contexto y más inteligencia para gestionar la empresa y sus colaboradores frente al mercado y la sociedad en general.

En este sentido, el Covid-19 ha sido un acelerador de transformaciones: muchas estuvieron frente a nosotros, pero su velocidad e impacto fue mayor que nuestra capacidad para comprender su dimensión y estar preparados.

Las organizaciones enfrentan cambios en su entorno, que precisan una gran flexibilidad para mantenerse competitivas; adicionalmente, sus integrantes no responden a los modelos de liderazgo tradicional. Este término tiene una connotación jerárquica, en la cual se percibe una diferencia de niveles y roles.

Sin embargo, los integrantes de las nuevas generaciones rechazan este modelo, pues han sido educados para ser líderes, acostumbrados a conocer las razones por las que se toman las decisiones, y la manera en que es considerada su opinión. Por lo tanto, no se ven como seguidores y tienden a motivarse más por la influencia que pueden ejercer algunas personas en ellos, sin importar el cargo o rol que éstas puedan ostentar. Desaprender cómo liderar implica aprender a influir en los demás, una forma de liderar centrada en los valores y rasgos del que influencia, y no basada en su cargo.

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Fuente: www.cedice.org.ve