Hablar de don Juan Germán Roscio Nieves en la época actual de nuestro país es una labor arduamente complicada para cualquiera que se dedique a ella, debido no solo a la finitud del medio que se pueda emplear a tal fin, sino que por el completo desconocimiento que sobre su figura existe en Venezuela, hacerle justicia siempre es una labor titánica. No obstante ello, al conmemorarse hoy 196 años de su partida física, hemos aceptado esta tarea con el objeto de —en la medida de nuestras posibilidades— hacerle justicia al padre de la Venezuela civil, próspera y civilizada que hoy tanto nos hace falta y cada vez más se aleja de nuestro imaginario colectivo.
Don Juan Germán Roscio Nieves nació el 27 de mayo de 1763 en la población de Tiznados, actualmente Estado Guárico. Era hijo de un inmigrante milanés llamado Giovanni Cristophoro Roscio y Paula María Nieves, mestiza de Tiznados. Al ser de modesto origen, la educación del joven Juan Germán Roscio Nieves se vio subsidiada por los cuidados y generosidad de la hija del Conde de San Javier, lo cual le permitió a la edad de doce años trasladarse a la ciudad de Caracas a comenzar formalmente su educación. Allí, nuestro maestro siempre dio gran demostración de su talento académico, recibiéndose como Bachiller en Cánones de la Universidad de Caracas en el año de 1792, Doctor en Cánones por la misma casa de estudio en el año de 1794, siendo ya para el año de 1798 Profesor de Instituta en la Universidad de Caracas, y miembro de la Real Academia de Derecho Español y Público, además de ejercer como Juez de Tribunales Seculares. Posteriormente en el año de 1800 obtuvo el título de Doctor en Derecho Civil y asimismo fue admitido en el Ilustre Colegio de Abogados de Caracas.
Una visión tan objetiva de sus primeros treinta y siete años de vida está sujeta a gran admiración por cualquier persona, dado que se desprende de ella que a pesar de su origen humilde, con esfuerzo pudo encumbrarse a los umbrales más altos de su carrera. Sin embargo acercándonos más a su historia, en esta etapa hay dos sucesos fundamentales que no pueden ser pasados por alto para cualquiera que escriba sobre él, esto es, el juicio que llevó a partir del año 1797 en la ciudad de Valencia —conocido como el caso Isabel María Páez— y su tortuoso ingreso al Colegio de Abogados.
En el año de 1797 Roscio defendió a la mestiza Isabel María Páez, quien por su condición de mestiza no se le dejaba poner la mantilla en el suelo de la iglesia durante la misa para arrodillarse a rezar, lo que ocasionaba que en una época en la cual los caminos eran de tierra y la gente andaba a caballo, su vestimenta se tornase inmunda. Este caso pudiera parecer en la época actual una fruslería, pero en esa época implicaba un irrespeto más a la dignidad humana en una sociedad tan desigual como la nuestra. Roscio como abogado defensor en este caso no suplicó concesiones graciosas para la mestiza, al contrario exigió su respeto como conformante de la raza humana y lo obtuvo luego de un proceso extremadamente complejo, siendo tildado por ello de conspirador y sedicioso por parte del clero y los notables de la sociedad. Este caso es uno de los primeros antecedentes de la lucha por los derechos civiles en el continente americano, dándose 150 años más tarde los sucesos de Rose Park en USA, con la única diferencia que este último todos lo comentan y el de Roscio está más que engavetado en los cajones del olvido académico colectivo.
Por su parte, su ingreso al Ilustre Colegio de Abogados de Caracas fue igualmente accidentado por discriminaciones propias de la época, aunado al resentimiento que Roscio se había granjeado por parte de los optimates por defender los derechos civiles. Así, el presidente del cuerpo colegiado, el Doctor Garay, le negó el acceso por presunta impureza en la sangre de su madre, ejerciendo Roscio contra el mencionado acto un litigio que le tomaría dos años ganar, obteniendo su incorporación en el gremio el 18 de diciembre de 1800.
Después de los sucesos anteriormente narrados, estamos plenamente convencidos que ya nuestro héroe es visto con admiración por quien hasta aquí lea el presente artículo, sin embargo, aún no hemos tocado la segunda parte de su vida que le catapultó al Olimpo de los forjadores de sociedades humanas probas, y aún cuando consideramos inadmisible que sus primeros treinta y siete años de vida sean ignorados, vemos como un pecado que el resto de su vida esté en el más profundo olvido, ello por los sucesos que serán comentados en las siguientes líneas.
A inicios del siglo XIX, todo el continente europeo se encontraba amenazado por la temible figura del megalómano Napoleón Bonaparte, quien se habia coronado a sí mismo como amo del viejo continente. En 1808 este obligó la abdicación de los reyes españoles en su nombre y colocó en el puesto de rey español a su hermano José Bonaparte —conocido por aquel entonces en España con el mote de “Pepe Botella” por su presunta afición a reiteradamente realizar libaciones al dios Baco—. De este modo, se rompió el hilo constitucional que unía a América con la monarquía española y por lo tanto esta parte del mundo se encontraba sin un gobierno legítimo que le mandara.
Luego de una vida como la que habia llevado el maestro Roscio hasta ese momento, es fácilmente deducible que era considerado el principal maestro y asesor de toda nuestra primigenia clase política, razón por la cual no es extraño verle como uno de los grandes promotores del 19 de abril de 1810, al atribuirse junto a José Felix Sosa, la diputación del pueblo y coadyuvar al derrocamiento del agente napoleónico Vicente Emparan como Capitán General. A raíz de este suceso, Venezuela se convirtió en el primer gobierno autónomo de esta parte del mundo y Roscio —quien habia sido designado como Secretario de Relaciones Exteriores, a la sazón nuestro primer Canciller— junto con grandes intelectuales del momento aconsejó prudencia y sosiego antes de declarar la independencia absoluta de España, a objeto de evitar el caos y obtener la creación de una República liberal estable.
Ante la situación de autogobierno, Roscio opinó que la Junta que ejercía tales funciones debía legitimarse con la soberanía convencional del pueblo, razón por la cual, redactó el “Reglamento para la Elección de los Diputados del Congreso de Venezuela”, el primero de éste estilo en esta parte del mundo, a través del cual son electos los diputados que conforman el Congreso de Venezuela de 1811, también el primero de esta parte del mundo; siendo así, electo diputado venezolano.
Roscio es descrito por sus contemporáneos, entre ellos por Don Andrés Bello, quien fungió como su secretario—, como un hombre humilde, bondadoso y risueño, pero también fue duro y severo cuando consideró que la república venezolana que recién comenzaba a formarse estaba en riesgo. Es por ello que incluso al mismísimo héroe Francisco de Miranda le criticó dura y tenazmente cuando éste pretendió imponer su punto de vista sobre la mayoría de prohombres patrios al momento de realizar la declaratoria de independencia de España. Es por esto que cuando Miranda a través de la Sociedad Patriótica —tan criticada por Roscio por su “jacobinismo” de comportamiento— señalaba que el cambio político debía realizarse brevemente, Roscio abogaba por la prudencia y la paciencia necesaria para poder obrar el cambio de instituciones sin gran sobresalto político interno y sin provocar la terrible guerra, que lastimosamente ocurrió en nuestro país y cuyos males que desvanecieron lo mejor de nuestra sociedad aún vemos hoy en día.
De este modo, Roscio aconsejaba y laboraba incansablemente en el Congreso Nacional por el sosiego y el respeto a las ideas liberales, y en la sesión previa a la declaración de independencia del 5 de julio de 1811, como buen observador y hombre prudente que pensaba con calma antes de tomar una gran determinación, señaló que la Independencia era necesaria y posible. No obstante ello, expresó que observaba con gran preocupación dos de las situaciones que fundamentalmente conllevaron a la muerte de nuestra ilustre Primera República, esto es, la lealtad a España de las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana y la poca cantidad de población con la que contábamos para el momento. A pesar de ello, Roscio apoyó la independencia absoluta que fue declarada el 5 de julio de 1811, y junto a Francisco Isnardi redactó la gloriosa Acta que fue nuestra partida de nacimiento como República libre e independiente. Asimismo, redactó el “Manifiesto que hace al mundo la Confederación de Venezuela”, “El Patriotismo de Nirgua”, y fungió como uno de los principales creadores de la Constitución Federal Venezolana de 1811.
Esta es la primera etapa de la segunda parte de la vida de Don Juan Germán Roscio Nieves, en la cual Roscio fue uno de los principales fundadores de la República Venezolana. Francisco de Miranda seguía impulsando cambios drásticos sociales y políticos profundos, apoyado por unos jóvenes Simón Bolívar y José Félix Ribas, desde la Sociedad Patriótica, mientras Roscio, seguía siendo el principal partidario de la cordura y el sosiego como herramientas para la consecución de los fines elementales republicanos en un clima de paz. Lamentablemente, la guerra de independencia venezolana sobrevino y con ella la caída de la Primera República. De este modo, comenzó la última etapa de la vida de Don Juan Germán Roscio Nieves, en la cual se consagró como el apóstol de la libertad, tan influyente en el pensamiento de otros héroes civiles latinoamericanos, como el mexicano Benito Juarez.
Es historia ampliamente relatada la caída de la primera república de Venezuela, por la capitulación que en 1812 realizó el Generalísimo Francisco de Miranda ante el Capitán de Fragata, Domingo Monteverde. A raíz de este suceso, Roscio fue enviado a la terrible prisión africana de Ceuta, junto con otros grandes próceres como el Canónigo Cortés de Madariaga, totalmente desnudos y en las peores de las condiciones. Aquí Roscio en 1814 logró escapar hasta la vecina isla de Gibraltar —que estaba bajo la soberanía inglesa— y le solicitó su protección al gobernador, y por lo tanto al gobierno inglés. No obstante ello, esta autoridad decidió remitirlo nuevamente a él y a sus compañeros de vuelta a las autoridades españolas de Ceuta. Nuevamente en prisión, Juan Germán Roscio Nieves no se rindió, y en lugar de ello le envío a través de su amigo Thomas Richard un escrito de habeas corpus al Príncipe Regente de Inglaterra, señalándole que era un hecho notorio la violación de la capitulación que había realizado Monteverde en Venezuela en sus personas, razón por la cual ellos estaban ilícitamente presos y el gobierno de su majestad imperial británica tenía obligación de protegerles por el derecho de gentes, no entregarles nuevamente a los españoles. Este recurso jurídico funcionó, dado que la monarquía británica le exigió a la española su liberación y Juan Germán Roscio Nieves salió de la prisión en el año de 1815 gracias estrictamente —como tantas otras veces lo había hecho en la primera etapa de su vida— a escrúpulos jurídicos.
Una vez fuera de la cárcel, luego de viajar primordialmente por las Antillas desembarcó los días de año nuevo de 1817 en la ciudad de Philadelphia, USA, símbolo de la libertad de América del Norte, en virtud de ello allí Roscio publicó el libro que con tanto esfuerzo había escrito en sus años de cárcel “El Triunfo de la Libertad sobre el Depostismo”, del cual se cumplen 200 años de su publicación. En este país en abril del año 1818, se siente bastante enfermo y es perseguido por agentes españoles quienes intentaban atentar contra su vida, razón por la cual dictó testamento.
Contra todo pronóstico, Roscio sobrevivió y logró volver a Venezuela a finales del año 1818, siendo designado por Bolívar Director de Rentas y Presidente de la Sección de Hacienda en el Consejo de Estado. Asimismo, fue miembro de la Comisión Redactora del Reglamento de Elecciones para el Congreso, Vicepresidente del Departamento de Venezuela, Vicepresidente de Colombia y corredactor de El Correo del Orinoco. En el año 1819 se casó con una ciudadana española Dolores Cuevas, tremendamente abrazada a la casa patriótica. No obstante, desde las terribles condiciones de su presidio en Ceuta su salud cada cierto tiempo sufría resquebrajos, y entre los meses de febrero a mayo de 1820 efermó gravemente de fiebres, de las cuales mejoraba lentamente. Sin embargo, aún cuando su ánimo y espíritu inquebrantable lo llevaban a seguir laborando por la naciente libertad, esto no se correspondía con su débil cuerpo sometido a tantas vejaciones y torturas en el pasado, razón por la cual su salud no soportará 1 año más de vida y el 10 de marzo del año 1821 —hace 196 años—, falleció en horas de la madrugada Don Juan Germán Roscio Nieves; no pudiendo alcanzar a ver el nacimiento de la única hija producto de su matrimonio, ni la concreción de su hija “Venezuela” que en la batalla de Carabobo librada el 24 de junio de ese mismo año consiguió irremediablemente su libertad de la tiranía española.
Una vez relatada su vida, digna de ser varias veces novelada, parece inaudito que sus restos no se encuentren en el Panteón Nacional Venezolano, y su figura sea prácticamente ignorada de nuestra educación complementaria en detrimento de la historia militar, tan ampliamente publicitada. Lo segundo lo podemos comprender por la misma tradición caudillista venezolana, que ha hecho que los militares en Venezuela no se hayan hecho amar, sino por el contrario, temer, pero el hecho de que sus restos no se encuentren en el Panteón Nacional Venezolano es una afrenta a todo lo que representa ser venezolano. Es una verguënza que recién fuera ordenada su incorporación al Panteón Nacional Venezolano el 28 de junio de 2011. No obstante ello, aún es más grave el hecho que este año 2017, al momento de ser publicado este artículo, esto es, casi 6 años después de que fueran ordenados ser traídos sus restos desde la iglesia Santa Ana de la Villa del Rosario de Cúcuta, aún la Comisión Designada aprobada para tales fines no haya cumplido su cometido. La objeción que se coloca es que la referida iglesia donde se presumen enterrados sus restos fue destruida por un terremoto en 1875, y ésta es la excusa que se pone al respecto. Sin embargo, han sido 5 años en los cuales el país que se preciaba de tener las mayores reservas petroleras del mundo para el año 2011 no hizo nada más que designar comisiones que no hicieron su trabajo, para traer a la patria los restos de uno de nuestros padres fundadores.
No obstante, a pesar de todo cuanto hizo y tanto tiempo de injustificable olvido por nuestra parte, a través de sus escritos y de su quijotesco ejemplo, Juan Germán Roscio Nieves parece seguir diciéndonos “Venezolanos, no se dejen devorar por el despotismo. Luchen por todo lo que es justo y bueno. Háganlo con civismo y justicia como yo lo hice. Ahora les toca a ustedes”.
*Universidad Central de Venezuela, Abogado con Estudios en Filosofía; Especialización en Derecho Procesal, en curso. Universidad Monteávila, Especialización en Derecho Procesal Constitucional, en curso. Colegio Universitario de Caracas, Técnico Superior Universitario en Administración Mención Contabilidad de Costos
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Fuente: cedice.org.ve