Esta semana la cúpula empresarial venezolana, Fedecamaras, celebró su Asamblea Anual en el contexto de los 75 años de su fundación. En el evento no solo se renovaron las autoridades en un ejercicio de democracia y de reemplazo periódico de quienes ostentan la más alta representación institucional, sino que en virtud de la alta concurrencia de representantes de todo el país, se puso de manifiesto que los empresarios venezolanos, al menos aquellos que han logrado prevalecer ante los embates de unas autoridades cuya principal meta en la vida pareciera ser obstaculizar al máximo la producción privada de bienes y servicios para la población, tienen su vista fijada firmemente en la recuperación del país.
Los asambleístas no se limitaron a ponderar las desastrosas cifras del desempeño de la economía venezolana, cifras de contracción que en su magnitud superan con creces las de países en el medio de conflictos bélicos de baja o mediana intensidad. Más bien la mayor parte de su deliberaciones se centraron en analizar las formas en que los esfuerzos de la actividad económica privada puede rescatar a Venezuela del foso en que la ha sumido el llamado Socialismo del Siglo 21.
Esos esfuerzos no se limita tan solo a invertir para rescatar los niveles de actividad económica de la otrora próspera economía nacional, si no que tendrán necesariamente que centrarse en acciones para reponerse de, y superar con creces, el rezago tecnológico que ha producido el hecho que en estos 20 años de Socialismo del Siglo 21, el mundo capitalista avanzara hacia el siglo 21 mientras nosotros retrocedemos camino del 19. Requerirá también entender que será necesaria una nueva forma de relacionarse con el Estado, con sus trabajadores; y con quienes consumen los bienes y servicios que ellos producen. La forma de enfrentar estos retos fue lo que ocupó la mayor parte del tiempo de los asistentes.
En este sentido hay motivos para el optimismo. El optimismo viene dado por la resiliencia y capacidad de sobrevivir en uno de los ambientes económicos más hostiles que conoce el mundo contemporáneo. Para mantener sus puertas abiertas con niveles de demanda que se iban contrayendo año a año, ante un Estado cuyo signo más palpable es el intervencionismo feroz, los empresarios venezolanos han tenido que innovar, inventar, y reaccionar de manera casi instantánea a cambios de reglas de juego.
A eso hay que añadir la contracción adicional de demanda de los meses recientes, en que algunas empresas se encuentran trabajando ya por debajo del 10% de su capacidad instalada, en virtud de la menos que brillante idea del Ejecutivo de estrangular la hiperinflación por la vía de la eliminación, para efectos prácticos, del crédito al incrementar el encaje bancario legal excedentario al 100%, sin tomar una sola medida complementaria que corrija los enormes desequilibrios que el propio gobierno ha causado.
A los empresarios que han tenido que desenvolverse en este ambiente híper hostil, no hay que darle muchas charlas de gerencia de crisis. Ellos son la propia expresión de quien está preparado para gerencia las crisis más agudas, y sus casos algún día servirán como ejemplos para estudios de escuelas de negocios donde sesudos profesores desde sus cómodas torres de marfil, dictarán cátedra de cómo comportarse en medio de semejante huracán… pero ya cuando el huracán haya pasado.
Quienes desde la perspectiva de haberlo experimentado en carne propia, si estarán en condiciones de contribuir de manera eficiente y optimista a la recuperación de la economía venezolana que irremisiblemente vendrá, serán estos empresarios de hoy, forjados en el crisol de unos de los entornos económicos más hostiles que se conozcan.
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Fuente: www.laotraviarcr.blogspot.com