Desde la perspectiva de Hayek, se presentan dos modelos que entran en constante debate; por una parte, uno de ellos es referente a las decisiones económicas del individuo, consideradas libres al criterio de cada uno de los integrantes de la sociedad, y por otra parte, nos encontramos con el modelo en el cual la economía es organizada bajo un esquema y proyecto centralizado, dirigido por un grupo gerencial.
Ciertamente, cuando el Estado utiliza su poder para planificar y controlar la vida económica de la sociedad, nos encontramos inherentemente con la pérdida de las libertades individuales. Se puede tomar como ejemplo el caso de la industria petrolera en Venezuela, en donde es considerado como competencia exclusiva del Estado, la explotación del petróleo, violando así el derecho de propiedad de millones de venezolanos dado que ningún ciudadano puede legalmente emprender en ese sector. Esto hace que dicho órgano centralizado maneje el 90% de la economía dándole un poder que ningún ciudadano puede
controlar.
En consonancia con algunas consideraciones de Adam Smith, se puede argumentar que, decidir de manera centralizada sobre el destino de la economía no toma en cuenta los conocimientos detallados de cada situación particular de los grupos sociales que conforman un país. Por esta razón, para prevenir los riesgos de la dictadura y el totalitarismo a la que conduce el control del Estado sobre las decisiones económicas, Hayek afirma la necesidad de disminuir la concentración del poder gubernamental protegiendo la propiedad privada: los individuos podrán decidir qué hacer con sus vidas sólo si el control de los medios de producción se divide entre muchas voluntades independientes (Hayek, 1944, p.33)
Por consiguiente, el principio de la competencia debe ser defendido; ya no sólo se limita a permitir que todos puedan participar del libre juego de la oferta y la demanda, es imperante incentivar a la ciudadanía para que abandonen la seguridad y asuman riesgos. En este sentido y como consecuencia del buen funcionamiento del principio de competencia, los individuos estarán obligados a esforzarse para alcanzar sus metas propuestas, también a impulsar sus capacidades al máximo de sus posibilidades en beneficio de su progreso. Por eso el principio de la competencia será el mejor medio de orientación y coordinación de los esfuerzos humanos (Hayek, 1944: 61).
En suma de todo lo anteriormente argumentado, se puede abogar a que, contrario al proteccionismo y sus efectos negativos en la economía nacional, el pensamiento liberal se muestra como un camino que debe ser aspirado para la construcción de la sociedad libre por la que todos abogamos, de la mano con los principios de libre competencia.

Hayek, F. (1944). Camino de Servidumbre, London, Routledge.

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Fuente: www.cedice.org.ve