El heredero de aquel supuesto y mítico mundo donde la inocencia reinaba, el legítimo sucesor del indio sublevado, el representante de una fábula dignificante expresada en una Edad de Oro de la humanidad que nunca se fue sino estaba perdida a los ojos de la “corruptora” civilización europea, este es el Buen Revolucionario, el justiciero sucesor del Buen Salvaje.
Lo interesante de este mítico cuento -del buen salvaje- es que no proviene de los pueblos precolombinos, fue fabricado por el complejo de culpa de los propios europeos al creerse convencidos de haber corrompido a la civilización. Y al encontrarse en 1492 con América, aquel mito cobró vida con una hiperquinesia en categoría teológica. Los hispanoamericanos se creyeron el cuento con base en el complejo europeo y en honor al simplismo, muy bien lo aprovecharon para envenenar la conciencia de nuestras sociedades desencadenado una tortuosa indefinición de quiénes somos y cuál es nuestra realidad.
Esa es una de las ideas centrales de una obra seminal publicada hace cuatro décadas por el periodista Carlos Rangel. Su obra Del Buen Salvaje al Buen Revolucionario tan vigente en nuestros días, regresa con una nueva edición y en el marco de los 40 años de la primera aparición hacemos honor a quién fue uno de los fundadores de CEDICE Libertad.
Esta dañina sed de venganza que va desde el buen salvaje y salta al hombre nuevo comunista, ignora que nuestras sociedades son fruto del imperialismo europeo. Pero también “somos a la vez los descendientes de los conquistadores y del pueblo conquistado, de los amos y los esclavos”. El evidente proceso de mestizaje así lo demuestra. Pero nuestra identidad cultural e institucional proviene de la América Española, y permanecer bajo una inútil negación de la realidad es un acto pueril. Una mezcla de “orgullo” y “vergüenza”, lo primero por creernos vengadores de una supuesta perenne explotación, en antaño por el imperio español, y, actualmente por el “imperio norteamericano”; y lo segundo por no saber lidiar con la “humillación” que ha representado ser descendientes de los conquistadores que luego se transfigurará ésta, al no dar con una explicación profunda y correcta del gran atraso de Hispanoamérica, en adjudicar a la “Norteamérica reaccionaria” y “neocolonizadora” la culpa de todo mal.
Entonces, este Buen Revolucionario, estafador político armado en fábulas y respaldado en mitos, como resentido malcriado viene a proponernos una revolución marxista vengadora. Según su lógica, pretende cambiar un autoritarismo por otro en nombre de la Libertad. Perfumarse en sus atavismos heredados para hacer de la civilización un desastre primitivo. El problema es que nos dejamos estafar por la plétora discursiva irracional de este vengador y hoy en día padecemos lo que no supimos prever por el profundo desconocimiento habitual acerca de los prejuicios que estas ideologías fundan.
El Buen Revolucionario nos dijo que la riqueza estaba dada, tendría que ser recuperada debido al supuesto robo y los manantiales de fortuna inundarían las calles sin necesidad de involucrarnos en las “explotadoras” relaciones de mercado.
Esto es parte de la explicación que Rangel nos ofrece para entender nuestro tumultuoso problema cultural. Lo escrito hace 40 años nos tambalea por no haber aprendido la lección.
Aprendamos más de Rangel y no caigamos -nuevamente- en la estafa del peor estafador de nuestros tiempos: el Buen Revolucionario.
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Fuente: cedice.org.ve