Hablar de las problemáticas de primer mundo siempre pareciera que es ahondar en dinámicas sociales que desconocemos en Venezuela, temas como la discriminación racial, las corrientes identitarias o la equidad a nivel laboral quedan en un segundo o tercer plano por la dinámica de supervivencia a la que está sometida nuestra población.

Sin embargo, que su importancia a nivel de opinión publica sea secundaria, no quiere decir que estas tendencias no existan dentro del espectro político de nuestro país, hemos visto como en ciertos sectores de la población han nacido movimientos colectivistas enmarcados en toda esta ola de postmodernidad que nos regala el primer mundo.

La libertad pareciera confundirse con el libertinaje, dos conceptos que, aunque podrían tener cierta cercanía etimológica, suelen ser asimilados como sinónimos cuando esta no es la realidad.

Las corrientes a las que hago referencia parten bajo la premisa del reclamo de derechos que pudieran ser reivindicativos para ciertos sectores de la sociedad, ya que desde su punto de vista estarían discriminados y en posición de desventaja bien sea por raza, sexo o incluso el género.

Levantando la bandera de una igualdad que pareciera ser de resultados y no de oportunidades, estos colectivos surgen con el único objetivo de realizar una sociedad semi utópica mucho más justa e igualitaria.

Esta justicia de la que hablan no es la misma que rige a la humanidad a través de la legalidad, sino que pareciera una búsqueda de retribuciones constantes que en teoría restituye el honor de minorías que sufren o han sufrido algún tipo de opresión sistemática por elaborados esquemas culturales hegemónicos capaces de reducir su dignidad al mínimo.

De esta manera, encontramos conceptos como el de patriarcado, el cual es responsable directo del sufrimiento de las mujeres y su colocación por debajo del hombre dentro de la sociedad, generando un sin fin de consecuencias negativas para féminas que hoy reclaman igualdad de resultados más que de oportunidades.

Y es que lo que en teoría son movimientos que buscan la igualdad ante la ley de todos los individuos, culminan exigiendo excepciones de la norma donde ellos sean beneficiados directamente, cosa que termina siendo perjudicial a largo plazo, pues la justicia va desvirtuándose al estar parcializada.

Mirar un problema desde una falsa premisa, te hace generar una solución fútil a problemáticas que pudieran ser relevantes para el sector que buscan representar.

Pongamos como ejemplo una determinada problemática:

Para los colectivos feministas la representación política legislativa era injusta, ya que había un porcentaje 80-20 en cuanto a los escaños ocupados entre hombres y mujeres, bajo la falacia de que esa relación proporcional de género era la explicación para la ineficacia que se ha podido generar el los espacios parlamentarios del mundo, la solución fue establecer desde el estado cuotas paritarias género que garantizaran una representación mayor de féminas en dicho espacio político.

Ahora bien, ¿dónde comienzan los fallos?

El primero es asimilar de manera inmediata que una buena gestión en temas políticos pasa por ser mujer y no por criterios relacionados al mérito laboral o estudiantil.

El segundo es forzar una dinámica de elección pública no orientándola hacia mayores mecanismos de gestión y contraloría para asegurar mejores resultados, sino hacia una perspectiva de género que nada tiene que ver con la gestión que van a realizar los electos.

¿Resultados?

Las gestiones de las instituciones legislativas no han variado en un ápice a pesar de la cuota de mujeres introducidas en el parlamento, ya que el buen ejercicio de la política no depende del género sino de la voluntad y la preparación previa que tenga la persona con dicha responsabilidad.

Pero no pongamos el ejemplo de la asamblea venezolana, ya que la tensa situación política del país puede ser usada como excusa para justificar la poca incidencia de las mujeres en el nuevo parlamento.

En España, específicamente en Valencia, la ley de género y el ayuntamiento de la ciudad denunciaban que la policía no tenía suficientes oficiales mujeres, por lo cual la solución fue garantizar un 30% de cuota paritaria para los exámenes de inclusión a dicho cuerpo, teniendo en cuenta que el histórico de policías femeninas está entre el 12 y el 15% según cifras del mismo cuerpo policial de la ciudad.

El resultado fue el mismo, solo se presentó un 15% de mujeres para 2018 y el índice no ha variado hasta nuestros días. Pareciera entonces que es una cuestión de gustos e intereses por la carrera de policía y no de los oficiales hombres cerrándole la puerta discrecionalmente a las mujeres.

Ese mismo año el ayuntamiento de Madrid ejecutó una medida similar, con resultados prácticamente iguales, pero en el departamento de bomberos. Cabe acotar que no tomó  en cuenta las cualidades físicas inherentes al ser humano, pues las mujeres demostraron rendimientos más pobres en las pruebas de acceso a dichas instituciones, cosa que llevó a que la prueba fuera modificada para que fuera más amigable para ellas, bajando así los tiempos de respuesta de los bomberos…

¿Moraleja?

La discriminación positiva a través de cuotas paritarias es letra muerta, ineficacia disfrazada de reivindicación y al partir de una premisa falaz, se vuelve en sí misma una política pública ineficaz venga de donde venga.

La libertad debe ser ejercida con responsabilidad y el problema de la discriminación positiva a través de leyes es que le quitas la venda a la justicia para buscar retribuciones en áreas que no las requieren, aun mas,  legislar para colectivos desdibuja total y completamente el rol del individuo como factor de incidencia y restringe sus libertades asimilándolo dentro de un conjunto de normas falaces que no obedecen a problemáticas realistas, sino a sensacionalismos, diferentes sesgos y convenientes omisiones de datos históricos, los cuales crean un relato que sirve de móvil para juzgar a las democracias liberales occidentales desde una perspectiva antagónica.

Queda mucha tela por cortar sobre estos temas, pero esta es solo una primera entrega de una sección que viene a debatir de frente contra el fenómeno liberticida llamado postmodernidad.

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Fuente: www.cedice.org.ve