Ciertamente a lo largo de la historia, la felicidad ha sido definida de formas muy diversas. Química y generalmente, es generada por endorfinas (sustancia corporal), las cuales se producen al momento de satisfacer una necesidad, deseo o al alcanzar un objetivo. Igualmente , la felicidad además de delimitarse como la consecución de un placer, también se ha visualizado como la continua decisión de disfrute por cada paso que desarrolle una persona, es decir, que no solo es alcanzar lo que se desea, sino concientizar y poner en práctica la felicidad en cada actividad que se pueda realizar. Como bien expone el ensayo leído, es saborear voluntariamente el camino, el cual también este resalta que “la felicidad depende de cada persona, y es tan subjetiva como diversa”.

Haciendo lo anterior cierto, Sócrates definía la felicidad como el resultado que “…hace solamente uno mismo con la buena conducta”, y de forma interesante, el filósofo, médico y político inglés John Locke comentaba, que “los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

Este último personaje, tuvo una gran influencia en el pensamiento que derivó en el cambio monárquico al republicano llevados a cabo en las revoluciones francesa y norte americana, en las cuales la felicidad jugó un papel preponderante en la historia de la visión de vida que en ambas revoluciones se dieron, y más adelante, en gran parte del modo de vida de las personas de tales sociedades. Destellos de sus bases de pensamiento descansaban en las frases de “libertad, igualdad y fraternidad”, o “…derechos inalienables del hombre como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” (Acta de Independencia de los EEUU, 1776).

Sin lugar a dudas, las frases o “las circunstancias” no determinan el camino, o en este caso la felicidad, de una persona. Mucho menos de una nación. Sin embargo, teniendo estas un papel más que preponderante en un momento histórico, además de ser promulgadas por un líder con influencia, y sumándole que son enseñadas a la vida constantemente, las palabras claro que pueden predominar e imperar la conciencia acerca de cómo ver las formas de vida. No en vano, la cultura, la religión o las enseñanzas de la familia, dibujan y colorean grandísima parte de la forma de ser de una persona, e igualmente por medio de la acción de ésta, la forma de ser de un grupo social, ciudad o nación.

Como en gran parte de los acontecimientos históricos de las naciones, Latinoamérica vivió su revolución independentista de la mano de incontables y grandiosos próceres, teniendo como a uno de sus principales a Simón Bolívar. Aparte de indebatible estratega militar, Bolívar actuó como importante escritor y orador, y muchos de sus pensamientos aún hoy día resuenan en los discursos, colegios y universidades de la región y sobre todo del país, por lo que no es descabellado pensar que gran parte de la definición política que tienen tanto líderes como ciudadanos de Venezuela, ha sido influenciada por sus pensamientos y hechos,  y por ende, la visión en cómo adoptamos las funciones del Estado.

Sin embargo, ¿ha tenido ello influencia en la determinación de la felicidad?

El Discurso de Angostura es uno de los documentos con mayor relevancia en el proceso independentista de Venezuela. Funge como segunda ordenación de constitución para la conformación de la República de Colombia en 1819, definiendo constantemente la aplicación de la libertad por parte del civil y del Estado, además de precisar continuamente las características de este.

En torno a ello, el tema en cuestión se presentó de varias maneras, teniendo como principales, al punto de vista de quien escribe, dos apariciones preponderantes en el discurso.

La primera, en la que “…la felicidad consiste en la práctica de la virtud…” de los hombres libres.

Por lo tanto, Bolívar presenta la felicidad como el uso y desarrollo de las cualidades y características nobles que posee una persona. La puesta en práctica de sus más esenciales talentos.

De igual modo, el escrito de Bolívar hace alusión a la relación que existe entre este desarrollo y el debido respeto hacia las leyes que hacen iguales a todo tipo de personas en cuanto a su libertad de acción, de pensamiento y de religión. La felicidad en tanto está ligada a la continua persecución y práctica de la forma de ser de la persona, de cómo le gusta ser, a que está acostumbrado a pensar y en su relación al respeto por la legalidad que compete desde la nación.

Posteriormente, separa la búsqueda de la felicidad desde la persona o del individuo, y tal responsabilidad estrechamente la liga a lo que pueda generar el Estado: “el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.

Desde la perspectiva de quien escribe, no se equivoca al responsabilizar al Estado de administrar la seguridad y la justicia ente los individuos, de modo que cada uno, desarrollando sus virtudes correspondientes, de igual manera respete las virtudes de sus semejantes. Grosa y magna tarea en quienes el poder confía sus “virtudes” para esta ser ejecutada imparcial y de forma equilibrada.

Más por otro lado,  comprometer tal felicidad al producto de lo que pueda hacer o no el Estado, o dicho de otra manera, a lo que pueda este o no otorgar, sobre todo cuando en el discurso se acepta que “la naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres…”, y que a pesar de ello puede el Estado por medio de “…las leyes corregir estas diferencias…”, no demuestra sino desconfianza e inseguridad en la autodeterminación de la minoría más pequeña, que es el individuo, contraponiéndose al desarrollo de sus virtudes en libertad, y por lo tanto, la responsabilidad sobre su felicidad.

No por lo que se diga del Discurso de Angostura, éste perderá la relevancia que se le amerita. En él, aspectos como la abolición de la esclavitud, la importancia en educarse y las luces que de ésta se desprenden, para demandar la elección continua de líderes y gobernantes justos en pro de no caer en la mala costumbre, son factores clave en la evolución republicana del país, e importantísimos en la conciencia de todo ciudadano.

Ciertamente, “la felicidad depende de cada persona, y es tan subjetiva como diversa”,  pero a medida que no es definida por las circunstancias y entendida como una decisión propia, cobra más fuerza y la vida es más disfrutable. Sí cuesta entenderla, y más aún ponerla en práctica, sobre todo cuando los escenarios son tan adversos o también, tan condescendientes; más aún la felicidad es propiedad de cada persona, de cada ciudadano, y valdrá de acuerdo a lo que estos esperen de sí mismos, sin la necesidad de dejar a un lado la colaboración con otros. La importancia radica en el concepto y la trascendencia que cada uno pueda otorgarle, sin necesidad que sea atribuida por lo que un tercero pueda o no otorgar. No para menos, “un pueblo pervertido si alcanza su libertad, muy pronto vuelve a perderla”.

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Fuente: www.cedice.org.ve