A algunos de los venezolanos que vivieron el dantesco infierno de estar sin electricidad ni agua potable durante más de la mitad del mes de marzo podría parecerles que con el incipiente retorno de eso servicios a muchuas urbanizaciones y barrios de la capital, regresa la normalidad. Lamentablemente ese respiro momentáneo es una falsa aurora, lograda a expensas de importantes restricciones. Las primeras de ellas en la capital en sí: para mantenerla con servicio eléctrico y simultáneamente poder bombear una parte del agua potable que ella necesita, ha sido necesario restringir la jornada laboral limitándola hasta las 2PM; mantener en asueto buena parte de la población estudiantil; y aplicar, sin anunciarlo ni admitirlo, un racionamiento aleatorio que en cualquier momento lo puede sorprender. Luego de los disturbios de fin de semana, la consigna parece ser darle corriente y agua a los cerros a como dé lugar, sobre todo aquellos que rodean Miraflores.
Quienes mas sufren son los habitantes del interior, en especial los de Maracaibo y más recientemente Barquisimeto y Valencia, a medida que la menguada distribución desde Guri debe ser desviada para medio blindar la capital. Ese frágil equilibrio no augura tranquilad a futuro, sobre todo con las medidas que se han tomado como supuesta solución al entuerto. Empeñados en mantener la ficción narrativa del sabotaje cibernético, electromagnético, y supercalifargilisticoexpialidoso (Mary Poppins dixit), han designado como jefe del Comando Eléctrico a otro general, en este caso nada menos que el ministro del interior dándole un toque implícito de represión a un problema de ingeniería. Como jefe de Corpoelec para garantizar que las cosas no se resolverán se nombra a un civil ingeniero eléctrico, es cierto, pero cuyo mayores palmarés son haber demorado 12 años en graduarse, ser un apartchick de Liga Socialista que en su breve pasantía logro politizar y destruir la organización de Edelca.
Entre tanto, los daños causados por las paradas no programadas de generadores y subestaciones electicas así como equipos de bombeo del sistema de agua potable auguran que los próximos eventos serán más paralizantes aún, sobre todo al no existir ni los medios financieros ni la experticia para reparar lo recién dañado y recuperar lo que durante años venia deteriorandose. Pero nada de eso toma si quiera en cuenta un factor que en el fragor de la desesperación electro-acuática ha quedado de lado: la producción petrolera.
El reporte Barclays de marzo, calculado antes de los apagones, estimaba la producción en 1.012 millones de barriles diarios para ese mes de los cuales solo 270 mil eran exportables por dinero contante y sonante. Por declaraciones de voceros de PDVSA como Wills Rangel, el daño a la producción que ocasionaron los apagones es sustancial pero hasta ahora no cuantificado. No es difícil suponer que lo disponible para vender de contado haya descendido a menos de 100 mil barriles diarios. Eso sin contar el efecto del congelamiento de cuentas por pagar producto de las sanciones. Si añadimos a la mezcla que la capacidad crediticia total del sistema bancario no llega a $ 140 millones debido al alicate de encaje asfixiante, vemos porque el aparato productivo marcha también hacia la parálisis.
En pocas palabras: el país se apaga como una vela, y los tiempos políticos parecen hacerle caso omiso a esa realidad, Miraflores busca apoyo en las autocracias del Mundo, más recientemente nada más y nada menos en Siria, y el mundo político democrático no termina de concretar un desenlace que libe al país de la siete plagas de Egipto que le han caído todas al unísono. Pero la realidad no perdona. El camino a la parálisis avanza sin pausa y la tragedia humana que arrastra en su paso llevara sin duda un desenlace en el corto plazo. Hagamos votos porque sea uno que le permita a Venezuela retomar el rumbo de crecimiento, democracia y bienestar del cual alguna vez disfruto.
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Fuente: www.laotraviarcr.blogspot.com