“En la ciencia, las escuelas son medios temporales que dan cabida a planteamientos alternativos para que puedan crecer y probar su efectividad antes de ser incorporados al mundo real.” (Vaughn, 2001, p. 42).

Una regularidad en el proceso de desarrollo de las áreas de conocimiento científico es la intercalación de períodos donde un cuerpo de prácticas, métodos e instrumentos teóricos se establece como principal referencia, emerge así un paradigma capaz de brindar respuestas satisfactorias a las preguntas que surgen en torno a un objeto de estudio, hasta el momento en que la corriente predominante encuentra resistencia frente a problemas particulares y se vuelve necesaria la revisión crítica de los conocimientos acumulados; los esfuerzos subsiguientes pueden ocasionar la sustitución total del antiguo paradigma o bien pueden encontrar deficiencias corregibles que solo impliquen su renovación (Kuhn, 1971).

La denominada corriente marginalista significó un cambio considerable en el pensamiento heredado de la economía política; los vacíos cubiertos por la teoría subjetiva del valor frente a su contraparte objetiva representan sólo una de las importantes contribuciones de este cuerpo alternativo que luego se incorporaría al pensamiento de la corriente clásica para conformar la actual escuela neoclásica. Entre los autores marginalistas, las contribuciones de Carl Menger (1840–1921) son las más representativas de la orientación subjetivista que se introdujo al análisis económico. Los rasgos diferentes de su enfoque con respecto a la corriente neoclásica pueden identificarse en sus dos primeras obras: Principios de economía política (1871) e Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales (1883).

Los planteamientos de Menger conforman la base sobre la cual germina la escuela austríaca de economía. La aproximación más directa hacia la tradición de la escuela la ofrece el reconocimiento de algunos de sus principales representantes y de los temas abordados con mayor frecuencia desde esa perspectiva.

Entre los sucesores de Menger (Cachanosky, 2008; Callahan, 2004), destacan Friedrich von Wieser (1851–1926) y Eugen von Böhm-Bawerk (1851–1914). En relación a la escuela austríaca, el alumno más importante de Böhm-Bawerk es Ludwig von Mises (1881–1973), responsable de la formación, entre otros, de Friedrich Hayek (1899–1992), Murray Rothbard (1926–1995) e Israel Kirzner (1930–).

Las diferentes publicaciones de los autores austríacos comprenden una gran variedad de temas, pero la discusión de los siguientes asuntos es recurrente entre cada generación: a) la teoría del capital, el dinero y los ciclos económicos, b) el análisis del mercado y la competencia como procesos dinámicos en los que destaca el papel de la función empresarial, c) la revisión epistemológica y metodológica del análisis económico relativo a los planteamientos de la escuela neoclásica y d) el rechazo a la vulneración de las libertades individuales (Huerta de Soto, 2012).

Podría pensarse, tal y como explica Kuhn (1971), que la escuela austríaca de economía se desarrolló a lo largo de un extenso período de ciencia normal, tal que la formación de nuevos pensadores afines a esta perspectiva permitió dedicar esfuerzos adicionales que consiguieron profundizar y ampliar el conjunto de ideas originales, pudiendo describirse este proceso como uno acumulativo, continuo e ininterrumpido. Hay dos episodios en la historia temprana de la escuela austríaca que niegan esta suposición, la cual implicaría que el desarrollo de sus ideas ocurrió de manera aislada, sin ningún tipo de interacción con otras corrientes de pensamiento.

El primer episodio tuvo como protagonistas a Menger y varios de sus discípulos en una acalorada controversia donde se enfrentaron a varios representantes de la escuela histórica moderna alemana a raíz de la publicación del libro Investigaciones sobre el método de las ciencias sociales (Cachanosky, 2008). Aquel debate es recordado con la expresión Methodenstreit. Las investigaciones sobre el método contenían la posición de Menger frente al predominio de la escuela histórica en el mundo de habla alemana; en ella, se opuso a la utilización de los métodos de investigación histórica y defendió la formulación de teorías atemporales y universales para el estudio de las ciencias sociales.

El segundo episodio transcurrió en el seno del debate alrededor de la posibilidad del cálculo económico en un régimen socialista (Mancera, 2000). Las razones que dieron pie al debate entre la escuela austríaca (Mises y Hayek, principalmente) y varios economistas partidarios del socialismo fueron la publicación de un artículo y posteriormente un libro de Mises en los que plantea la incapacidad de un sistema socialista para asignar de manera eficiente los factores de producción de una economía y, por ende, es inevitable que dicho modo de organización conduzca a la miseria y el empobrecimiento de la población.

Ambos eventos son significativos en la evolución y el carácter del pensamiento austríaco. Particularmente, el debate en torno al cálculo económico sirvió para que Mises y Hayek comprendieran que sus planteamientos referían una concepción dinámica de los fenómenos económicos, mientras que los economistas socialistas partían de una comprensión estática, basada en las nociones de equilibrio y simetría de la información (Mancera, 2000). A Hayek, por su parte, el debate lo estimuló a indagar la naturaleza dispersa del conocimiento en la sociedad, un tema que Menger no investigó directamente pero sí guarda vinculación con sus análisis sobre el origen y funcionamiento de ciertos fenómenos sociales; posteriormente, Hayek integró y estructuró estas nociones para estudiar a los sistemas complejos.

De manera general, un sistema complejo es aquel conformado por:

…una extensa red de componentes que no opera bajo un control central sino mediante reglas simples que: estimulan conductas colectivas complicadas, mejoran la capacidad para procesar información y permiten la adaptación del sistema a través de un proceso evolutivo o por la vía del aprendizaje. (Mitchell, 2009, p. 13).

Los tres atributos característicos de un sistema complejo, considerados por esta definición como conductas complicadas, procesamiento de información y capacidad de adaptación, están presentes en los planteamientos de Hayek y Menger.

El camino por el cual avanzaron hasta considerar a los sistemas complejos, por el contrario, fue muy distinto entre ambos. La aproximación de Menger partió de la explicación de la naturaleza, origen y funciones de varias estructuras sociales desde el enfoque del individualismo metodológico. En cambio, Hayek posiblemente inició su recorrido hacia los sistemas complejos con el debate sobre el cálculo económico en un régimen socialista, específicamente, tras establecer la inconveniencia de las intervenciones del gobierno y la imposibilidad de controlar o gestionar a una economía a partir de una entidad central, debido a que una sola persona o entidad no cuenta con la capacidad para manejar todo el conocimiento que se encuentra disperso en una sociedad.

Los fundamentos analíticos del individualismo metodológico pueden reconocerse en la teoría del dinero que presenta Menger (2007) en sus Principios de Economía Política.

De acuerdo a esa teoría, el dinero surge porque las circunstancias cambiantes del ser humano lo impulsan a utilizar ciertos bienes como medios universales de intercambio, en lugar de emplearlos como mercancías simples o como bienes de consumo (Menger, 2007). En diferentes épocas y en distintas sociedades, Menger (2007) explica que algunos individuos entendieron, antes que los demás, un hecho que resulta evidente en la actualidad: resulta más sencillo para alguien obtener los bienes que le bridarán algún tipo de utilidad si primero cambia sus mercancías por aquellas que tienen una mayor facilidad de canje, aun cuando les resulte menos útil; al adquirir los bienes que se distinguen del universo de productos por su grado elevado de comerciabilidad, los individuos tendrán mayores posibilidades de intercambiar esos bienes, que se convierten en dinero, para obtener a cambio las mercancías o los bienes de consumo que realmente les interesan.

Los factores que impulsan la aparición del dinero son comunes en los análisis que realiza Menger sobre el origen de otras estructuras y fenómenos sociales: los hábitos, los propósitos y las condiciones económicas cambiantes. La conjunción de esos tres factores genera un fenómeno similar al lenguaje, la religión, el derecho, o los mercados, los cuales están al servicio del bienestar común y se convierten en soportes del desarrollo de las sociedades, pero no son el resultado de la acción coordinada de todos los individuos ni el producto de un acto legislativo (Menger, 1985).

Ese tipo de estructuras no surge por la intención de la sociedad de alcanzar mayores niveles de bienestar o cualquier otro objetivo común, en cambio, son impulsadas por la interacción de los intereses individuales y aparecen en los estadios más primitivos de la organización social (Menger, 1985). Con el tiempo, emerge otro tipo de estructuras que sí emerge por acuerdos explícitos entre los miembros de una sociedad o por el efecto de las leyes establecidas para conseguir un objetivo. De esa manera, Menger (1985) distingue las estructuras naturales u orgánicas de las estructuras creadas deliberadamente.

A los fundamentos del individualismo metodológico y las diferencias entre las estructuras orgánicas y deliberadas, Menger (1985) añade que, en las sociedades modernas, uno de los canales que transmite la influencia de las estructuras deliberadas son las acciones de los poderes públicos. La importancia de esta observación está relacionada con la interacción de los factores que participan en la creación de ambas estructuras. Concretamente, las instituciones y las economías están sujetas a un condicionamiento recíproco (Menger, 1985), debido a que la interacción entre las instituciones y el conjunto de la economía afecta el desenvolvimiento de la economía y de las instituciones. Dicho de otra manera, las diferentes estructuras se encuentran interrelacionadas y su naturaleza y funcionamiento no es independiente del estado en que se encuentren las otras y el conjunto de la sociedad. Menger (1985) se refirió brevemente al condicionamiento de esta manera: “Es evidente que el carácter obligatorio de las legislaciones a menudo interviene en el proceso de desarrollo orgánico de algunos fenómenos, acelerando o modificando sus resultados…” (p. 157)

En su libro Derecho, Legislación y Libertad, Hayek presenta un marco de referencia para el análisis de sistemas complejos que incorpora y amplía las ideas previas de Menger en relación a los dos tipos de estructuras sociales mencionadas. Para introducir algunos de sus conceptos fundamentales es útil señalar que Hayek (1998) no dejó de referir los problemas que ocasionaba la intervención del gobierno por cualquier motivo que pretendiera brindar un mayor bienestar social, precisamente porque los resultados de esas acciones provocarían resultados no deseados:

Sostener que debemos planificar a las sociedades modernas debido a que se han vuelto muy complejas desde luego es paradójico, y es la consecuencia de una interpretación completamente equivocada. El hecho es que, por el contrario, podemos preservar un orden de tal complejidad, pero no mediante la dirección de sus componentes, sólo mediante el método indirecto de asegurar el cumplimiento y la mejora de las reglas que conducen a la formación de un orden espontáneo. (p. 51)

A diferencia de Menger, Hayek no basa su explicación en los conceptos de fenómeno o estructura social, en su lugar, las categorías fundamentales son: orden, organización, fuerzas y reglas. El concepto de orden es la idea principal que sustenta el marco de referencia de Hayek (1998) y lo define de la siguiente manera:

Un estado de circunstancias en el cual, una multiplicidad de elementos de distintas categorías mantiene tal grado de interrelación entre sí, que podemos aprender, en función de nuestra familiaridad con una parte de los rasgos espaciales o temporales del conjunto, a formar expectativas correctas sobre los demás elementos, o al menos expectativas que al comprobarse tienen una buena posibilidad de ser correctas. (p. 36)

El estado de circunstancias que señala la definición remite a la configuración o disposición que describe las relaciones entre los elementos, en una sociedad esos elementos son las personas. Si las relaciones entre los miembros de una sociedad comparten en su mayoría determinados rasgos a nivel espacial o temporal, entonces el acercamiento hacia una parte de esa sociedad debería proporcionar información válida para establecer diversas conjeturas sobre las circunstancias de los demás individuos de esa sociedad.

Tal disposición guarda similitudes con las estructuras orgánicas y deliberadas de Menger. Desde su perspectiva, Hayek (1998) sugiere que existen órdenes espontáneos (kosmos) y órdenes diseñados (taxis). Ambos tipos de orden facilitan la cooperación entre las personas y ayudan a la satisfacción de fines múltiples. Lo que diferencia a los órdenes espontáneos de los órdenes diseñados, también denominados organizaciones, son sus características particulares en lo referente a:

  • Su grado de complejidad.
  • La utilización del conocimiento.
  • Las fuerzas que preservan su existencia.
  • La capacidad de control.

Los órdenes espontáneos son el resultado de las acciones individuales, no siguen un propósito común ni responden a la voluntad de una autoridad central, pero a pesar de ello, facilitan la coincidencia entre las intenciones o propósitos personales de los individuos con sus expectativas sobre el comportamiento de los demás individuos, en otras palabras, permiten que las previsiones de los individuos sobre las acciones del resto sean acertadas, lo cual sirve de estímulo para la cooperación entre las personas.

La conformación de dicho orden depende de tres elementos fundamentales que también influyen en la creación y en el mantenimiento de un orden diseñado para cumplir un propósito específico:

  1. Las reglas que gobiernan las acciones de los elementos.
  2. La posición inicial de los elementos.
  3. Las circunstancias cambiantes.

Sobre las circunstancias cambiantes basta señalar que ambos tipos de orden se adaptan continuamente a las variaciones que experimenta el entorno. La posición inicial de los elementos resulta de interés en términos dinámicos y por su importancia para el funcionamiento de cada orden. En el caso de los órdenes espontáneos, no existe una jerarquización ni la necesidad de encontrar a los elementos integrantes dispuestos fijamente; en un orden espontáneo puede cambiar tanto la cantidad como el tipo de elementos que lo conforman, lo importante es que los elementos se mantengan relacionados; por otra parte, un orden diseñado o deliberado responde a una estructura jerárquica y pormenorizada, esa es una de las razones por las que también es denominado como organización.

El punto diferenciador más importante está vinculado con las reglas, de hecho, puede afirmarse que explican parcialmente la siguiente pregunta que formuló Menger (1985): “¿Cómo puede ser que las instituciones que están al servicio del bienestar común y son extremadamente significativas para su desarrollo surjan sin el estímulo de una voluntad común que oriente su constitución?” (p. 146)

Estrictamente, las reglas no necesitan ser enunciados que los individuos sean capaces de memorizar y expresar verbalmente. Lo más pertinente con respecto a las reglas es que se puedan identificar en la conducta de los individuos, es decir, en la medida que su comportamiento describe una regularidad y las personas pueden determinar, ante las opciones a su disposición, cuáles medios son más efectivos para lograr los propósitos que orientan sus intereses individuales, en ese caso, puede hablarse de una regla que ayuda a descartar las acciones menos convenientes durante un proceso de toma de decisiones. En ese sentido, las costumbres y los principios morales son un tipo de reglas que la sociedad asimila y transmite entre las personas, pero en ninguna medida consiste en algún tipo de imposición.

Las reglas son, en definitiva, una de las principales fuerzas detrás de la creación y permanencia de los órdenes, en realidad, hay dos tipos de orden debido a que las reglas también se diferencian en dos clases.

Hayek (1998) explica las particularidades de las reglas de los órdenes deliberados en los siguientes términos:

Lo que distingue a las reglas que gobiernan la acción dentro de una organización es que deben ser reglas para la realización de tareas o labores asignadas. Ello presupone que el lugar ocupado por cada individuo en una estructura fija está determinado por mandatos y las reglas que cada individuo debe obedecer dependen del lugar que le ha sido asignado y de los fines particulares que la autoridad a cargo le ha indicado. De manera que las reglas solamente normalizarán los pormenores de la acción de los funcionarios designados o de las agencias del gobierno. (p. 49)

A su vez, sobre las reglas de los órdenes espontáneos afirma que:

En contraste, las reglas que gobiernan a un orden espontáneo deben ser independientes de algún propósito e iguales, no necesariamente para todos los miembros, pero al menos para clases enteras de miembros que no están designados individualmente. Deben ser, como podremos apreciar, reglas aplicables a un número desconocido e indeterminado de personas y situaciones. Deben ser aplicadas por los individuos en vista de sus conocimientos y propósitos particulares; su aplicación será independiente de cualquier propósito común, el cual no es necesario que los individuos conozcan. (Hayek, 1998, p. 50)

De momento, está claro que un orden espontáneo, al igual que un orden producto de una intención deliberada, puede ser beneficioso desde una perspectiva social. El hecho de constituirse para coordinar esfuerzos que se dirijan a la realización de un objetivo común, determina reglas con características igualmente diferentes entre ambos órdenes. En el caso de un orden deliberado, las reglas son auxiliares al cumplimiento de los mandatos definidos por la posición y las funciones que deben realizar los individuos empleados en una organización. Las reglas de un orden espontáneo, por otra parte, no están orientadas hacia el cumplimiento de un propósito acordado, pero deben ser aplicables a un número mucho mayor de individuos y a una gran variedad de circunstancias.

Si se consideran como ejemplos de cada orden a una economía (kosmos) y a una empresa (taxis), no hay dudas de cuál está caracterizada por un mayor grado de complejidad y en cuál hay más posibilidades de llevar a cabo una gestión sobre sus distintos componentes. Precisamente, la naturaleza de las fuerzas que impulsan la creación y conservación de cada orden son las responsables de generar una estructura (en términos de Menger) que desarrolle cierto grado de complejidad en función de la cantidad de conocimiento disperso que sean capaces de coordinar. La extensión del número de individuos coordinados bajo una u otra forma de orden también limitará el grado de control que se pueda ejercer por medio de sus fuerzas constitutivas.

La función de control en el conjunto de la sociedad está vinculada con el gobierno. Dentro de las categorías de orden viene a ser el producto de una intención deliberada debido a que cuenta con un propósito específico. Hayek (1998) reconoce, sin embargo, que en nuestros tiempos modernos: “…se espera que normalmente preste otros servicios que el orden espontáneo no puede producir adecuadamente.” (p. 48). Pasar por alto que el gobierno es el principal encargado de asegurar el cumplimiento de las leyes, o en los términos utilizados, de las reglas necesarias para la conservación de un orden espontáneo, conlleva serias dificultades, más aún si los fundamentos que permiten la cooperación y el establecimiento de un orden espontáneo (en el que una multitud de personas pueden decidir libremente de qué manera vivir), se sustituyen por atributos que con el tiempo reducen esas posibilidades.

La naturaleza de las fuerzas constitutivas de un orden espontáneo no debe tomarse con ligereza pues de ellas resulta el carácter general que manifestará dicho orden. Para contextualizar este punto y proporcionar el énfasis que merecen la esencia de las reglas y de las relaciones entre los individuos (debido a la influencia que ejercen sobre las cualidades de un orden espontáneo), se plantea una comparativa del sistema capitalista, específicamente, entre dos variantes de este sistema, a saber: el capitalismo basado en la competencia y el capitalismo crony.

El capitalismo, en su versión más pura, se caracteriza por el funcionamiento de un mecanismo que puede estimularse en mayor o menor a través de varias instituciones. De hecho, puede afirmarse que este sistema existe gracias a las siguientes instituciones: a) los contratos, b) los derechos de propiedad, c) los mercados, d) el sector financiero, e) las empresas, y f) una serie de instituciones de índole jurídica que velan por el cumplimiento de los contratos (Mueller, 2012).

Como forma de organización económica, Mueller (2012) explica que el capitalismo se fundamenta en la propiedad privada de los factores de producción y en la asignación de los mismos hacia las actividades de producción que determine el mercado, por lo tanto, opera en un entorno cargado de incertidumbre que recompensa y castiga a los individuos a partir de su desempeño en el proceso de la generación de innovaciones.

La búsqueda de innovaciones y el proceso competitivo que fomenta su desarrollo representan a dos de los factores más importantes que explican el éxito del sistema capitalista para generar las tasas de crecimiento y la disminución de los niveles de pobreza que ninguna otra forma de organización económica ha podido equiparar (Mueller, 2012). En la medida que este mecanismo se encuentra más extendido a lo largo de una sociedad, más probabilidades tiene de alcanzar una mejor calidad de vida.

La importancia de ambos factores y el reconocimiento de su efectividad en la consecución de un mayor bienestar pueden vincularse con las fuerzas promotoras de un orden espontáneo y con el carácter general que dicho orden manifiesta. Como observación, hay que agregar que el orden establecido a raíz del capitalismo, cuando es promovido por la competencia, es de una complejidad impactante y, en consecuencia, preservar la conservación de su dinámica y el tejido de relaciones que construye la sociedad, exige el esfuerzo de voluntades que sean conscientes de la magnitud del desafío y de los fundamentos indispensables para conseguirlo.

En otro orden de ideas, el término crony puede traducirse al castellano como amigote o compinche, al usarse como adjetivo se genera la expresión capitalismo de amigotes o de compinches. La literatura en idioma español suele utilizar ese término para aludir al mismo objeto de interés, aunque también pueden localizarse traducciones que lo asocian con el clientelismo. Como las interpretaciones del término en nuestro idioma son muy variadas y están cargadas de diferentes matices, es conveniente utilizar el término crony; al introducir la explicación concreta que difunde la literatura especializada sobre el término, puede reducirse la ambigüedad que, por el momento, está más presente en sus traducciones al español.

Dragos y Tarko (2014), plantean el capitalismo crony como un tipo de sociedad buscadora de rentas, similar al mercantilismo clásico de los siglos XVI–XVIII, al socialismo real o al capitalismo conducido por el Estado, aunque sus propias características sugirieren la necesidad de distinguirlo y valorarlo por separado.

Desde otro ángulo, el concepto de búsqueda de rentas tiene la finalidad de explicar por qué hay políticas económicas que se implementan aun cuando la experiencia ha demostrado su ineficiencia y su incapacidad para cumplir con los objetivos asociados a ellas. La razón detrás de dicho comportamiento errático son los beneficios asociados a determinados grupos de interés, en perjuicio del bienestar social (Dragos y Tarko, 2014).

En esencia, la lógica del capitalismo crony fomenta la utilización del poder político y económico en favor de un limitado grupo que maneja los instrumentos de política para adquirir y conservar los ingresos de una renta. La mayor parte de las políticas en cuestión desestimulan la competencia, entre ellas, pueden señalarse: las subvenciones al financiamiento de capital, la concesión de licencias, la imposición de aranceles o cuotas de importación y la solicitud de autorizaciones (Dragos y Tarko, 2014).

Debe subrayarse, adicionalmente, que este sistema adopta características diferentes en función de las condiciones institucionales de la economía que sirve como incubadora para la gestión de este orden peculiar. En economías desarrolladas, Dragos y Tarko (2014) sostienen que el capitalismo crony se consolida como un factor añadido al sector formal de la economía; en líneas generales, se manifiesta como un mecanismo que delimita la entrada y la permanencia al sector formal de la economía. Por otra parte, en economías emergentes, este mecanismo se instaura para brindar protección y seguridad a los activos del sector empresarial; las deficiencias y las acciones deliberadas en contra del buen funcionamiento del estado de derecho implican restricciones sobre la formación bruta de capital; la contracción de los niveles de inversión productiva afecta en última instancia a la clase política por medio de la restricción del crecimiento económico y la disminución posterior de la recaudación fiscal; de tal manera, el capitalismo crony se instala y sustituye al estado de derecho con la finalidad de revertir la probable tendencia decreciente de la inversión productiva.

Siendo este el carácter general del orden que describe al capitalismo crony, ¿cuáles son las fuerzas promotoras de su concepción? Acudiendo nuevamente a Dragos y Tarko (2014), pueden identificarse dos elementos fundamentales vinculados al comportamiento de los individuos. A nivel relacional, el capitalismo crony se basa en la utilización del poder que otorgan los cargos dentro de la jerarquía de una organización para conceder favores y establecer relaciones de lealtad que faciliten la obtención de rentas a futuro al margen de los canales legítimos. A nivel ideológico, la narrativa más favorable para el capitalismo crony es una combinación de nihilismo y populismo. El populismo no representa como tal un cuerpo de ideas sistemático, de hecho, podría considerarse una postura anti-ideológica que aboga por el pragmatismo y la improvisación, pero, sobre todo, por la conquista de los sentimientos y la voluntad de los sectores más vulnerables entre la población, donde precisamente el nihilismo tiene más posibilidades afincarse (el rechazo general de toda creencia, la negación de todo justificado por la percepción de que todo carece de sentido).

En definitiva, acercarse al enfoque particular de los sistemas complejos sin duda requiere un esfuerzo intelectual que en principio puede despertar el interés de muy pocas personas. Pero no puede alcanzarse una visión de conjunto, al menos desde la perspectiva que ofrece esta aproximación, sin antes dedicar el tiempo necesario para asimilar las bases conceptuales que le sirven de soporte. Para finalizar, vale la pena dedicar un último espacio al argumento que Hayek (1998) plantea, de acuerdo a estos conceptos, en rechazo a las intervenciones sobre los órdenes espontáneos, en aras de estimular la utilización y la discusión de sus conceptos con un énfasis práctico:

El efecto que tendrán esos mandatos aislados al exigir acciones específicas por parte de los miembros ocasionará la perturbación del orden; puede hacerse un esfuerzo por mejorar a un orden espontáneo revisando las reglas generales que lo fundamentan, y sus resultados pueden complementarse con el trabajo de varias organizaciones, pero no podemos mejorar un orden a través de mandatos que impedirán a los individuos la posibilidad de utilizar sus conocimientos para sus propósitos. (p. 51)

Autor: Jaime Adrián Mayorga García

Primer lugar del Concurso de ensayo libre «Aportes de la Escuela Austriaca de Economía, a los 150 años de fundada». Auspiciado pro CEDICE Libertad y el Instituto Libre Desarrollo

 


Referencias

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  • Callahan, G. (2004). A Brief History of the Austrian School. En Callahan, G. Economics for Real People: An Introduction to the Austrian School. (pp. 307–319). Ludwig von Mises Institute.
  • Dragos, P., y Tarko, V. (2014). Crony Capitalism: Rent Seeking, Institutions and Ideology, Vol 67. N° 2, pp. 156–176. Disponible en: https://doi.org/10.1111/kykl.12048
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