“La libertad es un bien precioso, pero no está garantizada (…) La literatura, que respira y vive gracias a ella, que sin ella se asfixia, puede hacer comprender que la libertad no es un don del cielo sino una elección…”.

 

La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa.

Recientemente releí una entrevista que Carlos Rangel y Sofía Ímber 

[1] le hicieran a Jorge Luis Borges en 1981 cuando estuvo en Caracas. A la pregunta sobre si el escritor tiene un compromiso, Borges respondía que él tenía un compromiso con la Literatura y que aspiraba que sus libros mejoraran a las personas que los leyeran.

No creo traicionar el pensamiento de Borges si por mejorar entendemos a una persona cada vez más crítica, autónoma e independiente. Podemos incluso fundamentar esta afirmación al ver la posición política (su posición frente al Estado para ser más exactos) que definitivamente permeó en su obra.

En una entrevista Borges afirmó que “…yo me definiría como un inofensivo anarquista; es decir, un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo” (Jorge Luis Borges y Osvaldo Ferrari: Reencuentro. Diálogos inéditos, Editorial Suramericana, 2001, p. 150). En esta afirmación está el deseo o aspiración de un individuo más independiente y más responsable (en lugar del Estado) de su proyecto de vida. Estas son las ideas que se defienden y difunden desde el pensamiento liberal [2].

A través de la Literatura se pueden transmitir estas ideas e incluso pueden ser recibidas con menor resistencia que si fuesen expuestas en otro contexto. No debemos olvidar que a los liberales o a los defensores de las ideas de libertad se nos acusa de fracasar en la divulgación de las ideas y que este fracaso se hace aun más evidente frente al discurso persuasivo del socialismo.

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Fuente: cedice.org.ve