La actual crisis de migrantes y refugiados venezolanos es una crisis sin precedentes en la región. De acuerdo al informe de la OEA, el año 2018 culminó con al menos de 3,4 millones de venezolanos, aproximadamente más del 10% de la población de Venezuela, que han huido a diferentes destinos en Latinoamérica y el Caribe, ya para el 2020 la cantidad de migrantes alcanzó los 5,6 millones.
Estos venezolanos se han ido de un país repleto de graves problemas que incluyen la inseguridad jurídica y personal, la escasez de alimentos y medicinas, hiperinflación, el deterioro de los servicios básicos, violencia generalizada, existencia o percepción de control social, e inclusive violaciones masivas de derechos humanos, y crímenes de lesa humanidad.
En la generación de todos estos problemas el manejo irresponsable y opaco del erario público ha tenido un rol estelar, pues esta destrucción institucional, socioeconómica y política se ha suscitado tras la década del más prolongado boom de los precios petroleros, principal exportable del país.
Se espera que en el 2022 la crisis de refugiados venezolanos llegue a los 7 millones de personas, superando probablemente a todos los demás países del mundo.
Actualmente, los venezolanos se distribuyen de esta manera en el mundo, siendo Colombia el principal destino de los venezolanos, por razones fronterizas:
Vale destacar que sin un conflicto armado declarado de forma abierta, ni catástrofe natural, Venezuela es el segundo país con la peor crisis de refugiados en el mundo:
Los altos flujos de migrantes y refugiados venezolanos (que según los datos de la OEA, en promedio corresponden aproximadamente a 5 mil personas por día, o unas 200 personas por hora) lo hacen en condiciones de alta vulnerabilidad. Muchos migrantes y refugiados huyen en condiciones de desnutrición e inclusive portando enfermedades anteriormente erradicadas como tuberculosis, difteria y malaria, entre otras, que ya habían sido erradicadas de Venezuela y de la región hace mucho tiempo.
Las vulnerabilidades que presentan muchos de estos migrantes y refugiados venezolanos, de todas las edades, han sido respondidas en gran medida por autoridades nacionales y locales en los países receptores, jamás por el Estado venezolano, que sigue despilfarrado el impuesto pagado por los ciudadanos en un gasto público populista.
Realizado por: Karelys Abarca, Economista UCV. Investigadora Cedice Libertad
Crédito de foto: Un migrante venezolano abandona un campamento improvisado en Bogotá, Colombia, el 9 de junio de 2020. © Raúl Arboleda / AFP
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