En estos tiempos es difícil olvidar Ucrania, un pedazo de la tierra que sufre amargamente, como
nos cantaba Marvin Gaye, en su anticipada canción ¿What's going on?
Madre, madre
Hay demasiados de ustedes llorando
Hermano, hermano, hermano
Hay demasiados de ustedes muriendo
Sabes que tenemos que encontrar una manera de traer algo de amor aquí hoy,
Padre, padre
No necesitamos agravarlo.
Ya ves, la guerra no es la respuesta
Pero solo el amor puede vencer al odio
El autor de esta tragedia ucraniana es evidentemente el comunismo, sus secuelas, las que
quedan sembradas en la naturaleza humana. Algunos hasta afirman que Vladimir Putin no es
comunista, sin mirar que es el producto perfecto de la autocracia comunista, sembrada de
orfanatos, de niños sin familia, porque la guerra arrasó sus cimientos. Lo que sobrevive en Putin
son sus secuelas, lo que queda en el espíritu de los que se han formado en ese frio mundo.
Aunque la Unión Soviética se haya fragmentado pareciera que los vientos de odio siguen
soplando y arrasando en nuestro planeta. No se han desvanecido los intentos de edificar
autocracias a sangre y acero. Nada vale ante la tenacidad del reconcomio que permanece, que
está sembrado y parece extenderse. China comunista ambiciona ocupar la silla vacía de la URSS
y para ello se vale de la formidable fuerza de millones de chinos trabajando sin cesar, como si
ese fuese el único objetivo para venir al mundo.
Aquí en América Latina, cuesta mucho comprender a Colombia, “la hermana republica”
pareciera querer repetir el ejemplo de la agobiada Venezuela, aun teniendo entre ellos un
millón y medio de náufragos que transitan sus calles en busca de cualquier actividad económica
que calme su hambre y la de quienes dejaron atrás. La familia venezolana ha sido golpeada por
la dureza de la autocracia chavista. Los 6 millones de personas que han huido tienen aun en
esta tierra más de la mitad de sus familias, hijos, padres, hermanos. Pareciera cumplirse ese
designio que oíamos, pero no creíamos: " El Comunismo' aspira abolir la familia tradicional.
Para esta ideología, la familia es un obstáculo para la liberación humana. Una ilusión fantástica
que se encuentra en el corazón de un pensamiento comunista que sostiene que la opresión no
es meramente económica o social, sino que está arraigada en la cultura misma de la sociedad.
Es la enseñanza de Antonio Gramsci, hay muchas maneras de penetrar, pero la más poderosa
es apoderase del alma de las personas, una entidad etérea, inasible, escurridiza pero que una
vez penetrada es prácticamente vencida, transformada.
Entender esto nos permite valorar aquella desoída advertencia que nos repetían algunos más
sabios: “Casi todas las personas en el mundo, especialmente aquellas que asistieron a la
universidad después de la década de 1960, han estado expuestas a las influencias comunistas”
ahora sabemos que el desalojo de esas creencias puede ser muy cruel, el enemigo vive en
estado de plena metamorfosis. En Venezuela la vemos reaparecer bajo una conseja que choca
con la dura realidad: “Venezuela ya se arregló” o también cínicamente “merezco el premio
nobel de Economía.
Lo que enfrentamos es muy poderoso, aunque muchos se nieguen a reconocerlo. Lo que pasa
en Venezuela es uno de los episodios que se repite en Chile, Perú, Argentina, México, hasta
ahora. El espectro del comunismo no ha desaparecido. Por el contrario, renace, penetra y
gobierna parte de nuestro mundo. La China comunista ha reemplazado a la Unión Soviética
como la principal amenaza para el mundo libre, construyendo su fuerza en un intento por
alcanzar la hegemonía global. Europa ha sido blanda ante el socialismo, África y América Latina
están envueltas en la influencia comunista. Estados Unidos, el líder del mundo libre, ha sido
infiltrada por el disfraz de búsqueda de la igualdad. Esta es la paradójica realidad de la
humanidad, a pesar de sus continuados fracasos, de sus derrotas históricas, el comunismo
reaparece por todos los rincones, es tan cruel como el COVID.
Finalicemos con el filósofo belga Drieu Godefriddy en respuesta a periodistas:
P. ¿Si la sociedad socialista es una ilusión, un mito, algo imposible e incluso inconcebible, ¿por
qué el socialismo domina tan bien las conciencias?}
R.” He tratado de trazar la genealogía del socialismo, como otros antes que yo (Nietzsche,
Tocqueville, Nozick) y me parece que debemos detenernos en lo que describiremos, a falta de
mejor, como un impulso de apropiación, de confiscación de lo que otros tienen, y que yo no
tengo. Hay, en el espectáculo no de la pobreza, sino de la desigualdad como tal, algo que excita
las pasiones de cierto tipo de personas. Este impulso, cuidadosamente cultivado por la prensa y
la universidad, termina instituyendo el único hecho de la desigualdad en la injusticia. A partir de
ahí, todas las medidas redistributivas se convierten no solo en legítimas, sino en una demanda
de justicia”.
Aun esperemos por el bien de todos que nuestra hermana republica reaccione y pueda darnos
la esperanza del renacer y que el comunismo personificado en Gustavo Petro pueda ser
derrotado por esa inmensa Colombia.
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Fuente: @isapereirap