Hay quien dice que el colapso venezolano se origina en que existen dos bandos políticos opuestos sin comunicación alguna entre ellos, pero se equivocan. Si eso fuera así, de alguna parte del Mundo aparecería un mediador de buenos oficios con la habilidad y el prestigio necesarios para procesar esas, al parecer intraficables diferencias. Cuando observamos como se implementan las políticas económicas, si es que se pueden dignificar con el nombre de políticas, vemos que el problema va más allá porque en los dos bandos hay también facciones cuyas intenciones parecieran ser evitar cualquier asomo de estabilización económica. Al menos eso es lo que se desprende, de como el conjunto de acciones gubernamentales recientes lograron reintroducirnos en la vorágine hiperinflacionaria con una cifra de inflación para el mes de enero de mas de 60%.
Cerrando el año 2019 parecía que los planificadores gubernamentales habíamos aprendido su primera lección de economía 1.01: Una dolarización espontanea iniciada en el tercer trimestre del año se consolidaba a nivel de transacciones comerciales y de servicios, y hasta el propio Nicolas Maduro la reconocía, tal vez a regañadientes, pero con beneplácito. Empresarios, consumidores, prestadores de servicio de todo género, y hasta la acorralada y disminuida banca nacional comenzaban a hacer planes para un entorno de al menos estabilidad monetaria, que pudiera ser preámbulo o plataforma de una estabilización con miras a una eventual recuperación económica.
Pero al parecer era demasiado pedir. Alguien de otra facción dentro de bando gubernamental, se le ocurrió la peregrina idea de usar el Petro, que la primera facción aspiraba que fuera un ancla monetaria, como forma de lanzar dinero sin respaldo a la calle para bonos navideños. No contento como eso, una tercera facción ( o tal vez una sub facción de la segunda), esta vez desde la ANC, para no quedarse atrás paso a la velocidad del rayo una sobre tasa del impuesto más regresivo que tenían a mano , el IVA, para transacciones hechas en moneda de verdad, es decir en dólares.
En otras palabras, en escasas seis semanas lo que parecía un movimiento en la dirección correcta quedaba completamente revertido en cuanto a política monetaria y cambiario se refiere. Solo falta que desde algún Sanedrín del equipo de gobierno alguien de la voz de partida a los fiscales del Sundde para regresar a ese intento fútil de controlar preciso en plena hiperinflación.
Sera interesante ver como se dirime ese conflicto interno dentro del llamado socialismo del siglo 21. Si quienes lograron frenar los tímidos pasos hacia la racionalidad se imponen, veremos un resurgir de las condiciones hiperinflacionarias de 2018, esta vez aun con menor espacio de maniobra gubernamental. Por demás, ese resurgir será en un contexto en el que lo poco que funciona en la atribulada economía es por iniciativas del sector privado. Iniciativas como la de la banca en materia de resguardo, de dólares, y mas recientemente hasta de préstamos en esa moneda, y de empresas que empiezan a utilizar la Bolsa de Valores para financiarse.
En ese sentido presenciaremos en las próximas semanas o meses una suerte de duelo digno de la Épica de Doña Barbara, entre los hatos Altamira y El Miedo, entre la civilización y la barbarie. En este caso el duelo es entre el regreso a la civilización por la vía de la reinserción en las realidades económicas del siglo 21, o por el contrario permanecer en una situación cuyo solo beneficio es para quienes están en capacidad de medrar en una economía en permanente estado de zozobra, en hiperinflación y en contracción de las actividades productivas.
Esa última alternativa tiene pocas probabilidades de ser un equilibrio estable, por lo que los venezolanos debemos apostar y esforzarnos por que sea la civilización la que más temprano que tarde se imponga.
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Fuente: www.laotraviarcr.blogspot.com