¿Se está viviendo una transición en Venezuela? Escépticamente, creemos que no. Más allá de
lo que algunos insisten en plantear, hoy vemos al régimen estabilizado dentro del caos y sin la
menor motivación de querer abandonar el poder, más aún después de que se comprobó el
hecho de que las amenazas del uso de la fuerza en su contra no eran más que eso: amenazas
y retórica.
Hasta ahora, no ha habido ni un sólo gesto de buena fe por parte del régimen que nos permita
creer que se están abriendo las compuertas hacia la democracia. Repetimos: ni un sólo gesto.
Lo cual es lamentable y preocupante. Lamentable por lo que implica que los retazos que aún
quedan del Estado sean manejados por una administración con las características consabidas
del socialismo, lo cual no puede sino conducir a mayor destrucción y desolación. Preocupante,
porque el denominado “cese de la usurpación” no termina de cuajar, las opciones se agotan y
entretanto quienes padecen las consecuencias son los más vulnerables.
Es comprensible que una vez truncadas las opciones de poder real la oposición busque
mantener en la agenda algún tipo de protesta temática semanal, para que los ánimos no
decaigan y la contienda política se mantenga allí donde sea posible. Sin embargo, la oposición
debe entender también que buena parte de la población está cansada de medidas efectistas.
Difícilmente alguien que lucha por su sobrevivencia verá con buenos ojos una agenda de
reclamos y reivindicaciones cuando necesita soluciones concretas e inmediatas, especialmente
en las áreas más sensibles desde el punto de vista humanitario.
El régimen, entretanto, se ha afianzado en su ruta antioccidental, y hoy más que nunca luce
certero en su desprecio hacia el gobierno de Estados Unidos y parte de Europa. La izquierda
caviar sigue comprando la retórica del “oprimido Maduro” frente al terrible poder
norteamericano que obstaculiza la consecución del paraíso buensalvajista caribeño que alguna
vez fue Venezuela. De allí la imperativa necesidad de otorgarle al chavismo el maquillaje de un
movimiento ajustado a Derecho, demócrata y civilizado. Y cuanto más se tarde la confección
del disfraz, pues mejor.
Lo cierto es que el nuevo cuadro geopolítico y sancionatorio internacional ha obligado al poder
a ejecutar lo que algunos economistas llaman el “ajuste Maduro”, que no es más que un
conjunto de medidas -imperfectas y a destiempo- que el régimen ha venido implementando con
el fin de paliar los efectos de las sanciones y tener un mínimo de viabilidad económica. Entre
ellas destacan, la restrictiva política de encaje legal bancario, la claroscura despenalización del
mercado cambiario, el intento de reducción del gasto público, publicación de algunas cifras
macroeconómicas por parte del Banco Central de Venezuela, y la disminución de la
fiscalización con temas ligados a los controles de precios de bienes y servicios.
El “ajuste Maduro” ha puesto en evidencia que un país pauperizado e improductivo, carente de
institucionalidad y Estado de Derecho difícilmente pueda enfrentar un proceso de reforma
económica. Sin embargo, la pulverización de la economía trae consigo la destrucción de los
venezolanos. Y a pocas personas parece importarle.
Sin cambios políticos en el horizonte -y todo hasta ahora parece indicar que esta es la
situación- la influencia de los Estados no occidentales se hará más latente aún en Venezuela.
Embajadas cesando funciones, trasnacionales cerrando, países vecinos preparándose para un
mayor flujo de venezolanos huyendo del socialismo. Quienes todavía hagan vida en Venezuela
mejor tomen clases de mandarín y aprendan el alfabeto cirílico. Lo necesitarán. Hasta ahora, y
para nuestra desgracia, el miedo a la libertad es nuestra consigna latente y no se avizoran
vientos de cambio en las costas de una nación que hoy se siente perdida.
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Fuente: www.el-nacional.com