
“Si queremos escapar a la atracción gravitacional del pasado, tenemos que ser capaces de remplazar nuestras propias ortodoxias”
– C.K. Prahalad
El jueves 11 de abril de 2019, se cumplirá el primer centenario de la fundación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un organismo especializado de las Naciones Unidas que se ocupa de los asuntos relativos al trabajo, las relaciones laborales y el llamado Diálogo Social. Fue fundada como parte de los acuerdose del Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Su Constitución, sancionada en 1919, se complementa con la Declaración de Filadelfia de 1944 la cual constituye la actual Carta de la Organización Internacional del Trabajo.
La OIT nace en pleno auge y desarrollo de la llamada 2ª Revolución Industrial impulsada principalmente por la electricidad y el motor de combustión interna. Es un momento histórico donde converge la aparición de importantes innovaciones tecnológicas y el desarrollo de paradigmas de gestión empresarial tales como la producción en serie, la división funcional del trabajo y la estructura organizacional basada en la jerarquía, el mando y el control. Surgen los primeros movimientos que agrupan a una clase social naciente: la clase obrera urbana.
Este importante hecho social dará origen a la conformación y consolidación de los grandes movimientos gremiales y sindicales en la primera mitad del siglo XX.
En paralelo, se producirá un fenomeno de carácter político que tendrá profundas incidencias en el desarrollo de las relaciones económicas, sociales y laborales que acelerarán la aparición del diálogo social: La Revolución Rusa de 1917 que dará origen en 1922, a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y a la adopción del Marxismo Leninismo como ideología de Estado. Este es un hecho relevante porque se adopta el concepto de “lucha de clases” de Marx como el corazón ideológico del movimento obrero soviético, pensamiento que se expandirá rapidamente por todo el continente europeo y posteriormente por América Latina, teniendo como principal vehículo de transporte el partido comunista que se asume como el partido político de la “clase obrera” mundial.
A esta importante e histórica creencia de una “irreconciliable lucha de clases” que condena al enfrentamiento entre el trabajador y el propietario de los bienes de producción, se le unirán durante la primera parte del pasado siglo XX, la preponderancia en las actividades laborales de la actividad física sobre la mental, la búsqueda de la mejora en las condiciones generales de trabajo, la reglamentación de las relaciones entre patronos y trabajadores, el surgimiento de los conglomerados industriales y de las grandes centrales sindicales, la evolución de las ciencias y prácticas gerenciales, incluyendo la aparición de la oficina de labor y gestión de las relaciones entre los sindicatos y las empresas, origen de los primeros departamentos de relaciones industriales en la década de los años 30.
A mediados de la década de los años cincuenta del siglo XX, aparecen los primeros procesos y ambientes de trabajo impactados por la naciente teconología de la información, lo cual hace que Peter Drucker vaticinara el advenimiento de una 3ª Revolución Industrial y acuñara su profética frase de “Sociedad de la Información y el Conocimiento”.
La 3ª Revolución Industrial se desarrolla sobre la base de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, así como en las innovaciones que permiten el comienzo del desarrollo de energías renovables. Como consecuencia de las potencialidades de estos dos elementos actuando conjuntamente, se desarrollan grandes cambios en diversas áreas. Nunca antes se había llegado a unas cotas tan altas de interactividad e intercomunicación, al tiempo que las innovaciones en materia energética podían significar un cambio tan sustancial como el que se prevé en la centenaria matriz global energética con el desarrollo y explotación de fuentes renovables de energía.
Finalmente, la 4ª Revolución Industrial es un proceso de desarrollo tecnológico e industrial exponencial y convergente que está vinculado con la reorganización de los procesos y medios de producción, al igual que las tres anteriores. Esta 4ª revolución industrial se centra en los sistemas ciberfísicos, la inteligencia artificial, la robótica, el internet de las cosas y la disruptiva conexión entre dispositivos casi de todo tipo.
La primera vez que se comenzó a hablar de todos estos avances como una nueva revolución industrial fue en el año 2011. Pero en febrero de 2015, el Foro de Davos procedió a decretar formalmente su consolidacion como un gigantesco proceso de cambio global. El elemento clave de la 4ª Revolución Industrial relacionado con el mundo del trabajo lo constituye el surgimiento de las fábricas inteligentes, cuya principal característica es una mayor adaptabilidad a las necesidades de la producción y una mejora en la eficiencia de los recursos, todo ello con la cada vez menor intervención de la acción humana y una mayor interacción directa con el cliente, consumidor o usuario de bienes y servicios. La base sobre la que se sustenta esta transformación radical es un aumento de la digitalización, la organización de la producción con base en plataformas globales colaborativas, la inteligencia artificial, el internet de las cosas, el almacenaje en la nube, el big data, la robótica y la coordinación cooperativa de las unidades de producción de la economía, la llamada economía circular o colaborativa.
Los cambios en el mundo laboral y el Dialogo Social
Desde su fundación, la OIT ha funcionado con base en un órgano de direccion tripartito, integrado por representantes de los gobiernos, los sindicatos y los empleadores, los cuales conforman el llamado Diálogo Social. Y es del seno de este diálogo tripartito, que se ha desarrollado toda la ortodoxia, la legislación laboral, el sistemas de creencias y esquema de relaciones que en líneas generales rigen la dinámica en el mundo del trabajo a nivel global, tal y como lo hemos concebido y conocido hasta ahora.
El tripartismo es básicamente un método de solución pacífica de controversias en el conflicto social. Se fundamenta en el presupuesto de que las decisiones relacionadas con las políticas económicas y sociales, deben atender los intereses y puntos de vista en su mayoria pocas veces coincidentes de sus principales actores: el Estado, el capital y el trabajo.
La 4ª Revolución Industrial supone el último capítulo, hasta el momento, de las diferentes revoluciones industriales ya descritas que ha vivido la Humanidad. El mundo del trabajo y la configuración del mercado laboral serán algunos de los ámbitos donde las repercusiones serán más importantes. Según algunas previsiones, para 2020 se perderán 5 millones de puestos de trabajo en los 15 países más industrializados, como consecuencia de la robotización y digitalización de cada vez más tareas. Esta posibilidad crea un horizonte lleno de incertidumbre, dado que serán muchos los trabajadores a los que afectará la expansión de un nuevo modelo productivo. Especialmente podrá aumentar el desempleo en sectores vinculados a mano de obra no cualificada y cuyas tareas son más mecánicas y manuales, así como las de carácter administrativo y en el sector de los servicios.
No obstante, también se abrirá una nueva ventana de oportunidad, con la aparición de nuevos mercados laborales. En este sentido, se espera que con los nuevos avances aparezcan nuevas profesiones cuyas tareas se centren en el desarrollo y utilización de estas nuevas tecnologías, en los análisis de datos, relacionadas con capacidades digitales o en tareas comerciales especializadas en los nuevos productos, convirtiéndose la innovación, la creatividad y el diseño en las competencias medulares de los negocios emergentes. También en los ámbitos de la dirección, donde será clave nuevos estilos de liderazgo mas centrados en lo humano y en la sostenibilidad y cuido del ambiente en un mercado en cambio exponencial que incide en la rápida obsolescencia de las habilidades y competencias.
La economía del presente y del futuro
Además de los cambios en el ámbito laboral, los avances se dejarán sentir, y en algunos casos ya lo ha hecho, en muy diferentes aspectos. La nueva economía que se avecina tendrá un alto componente de digitalización, de tal modo, que algunos de los impactos ya se pueden percibir relacionados con la volatilidad geopolítica, la expansión de la economía colaborativa, la flexibilidad del mercado laboral o la imperiosa exigencia por una rápida transición a economías más verdes, conscientes de las limitaciones de los recursos y las amenazas ambientales globales.
Se espera, junto a estas repercusiones, que aparezcan otras, como el desarrollo de nuevas formas de energía, más limpias, la proliferación de la robótica y automoción autónoma o, incluso, aspectos relacionados con la ciberseguridad y los ciberataques.
Evidentemente, todas estas innovaciones y transformaciones que se desarrollarán en los próximos años, o al menos así se espera, implicarán cambios, oportunidades, retos, posibilidades y peligros. Lograr minimizar los aspectos más negativos, al tiempo que se maximizan los elementos positivos, será una de las prioridades que tendrán que gestionarse.
Y, en ello cobrará gran importancia, sin duda, la capacidad de los actores económicos y sociales, de regular de un modo adecuado todo este proceso y sus repercusiones, para dar paso a todo un repensar de las dinámicas y ortodoxias laborales que han regido el mundo del trabajo que hasta ahora hemos conocido.
Un nuevo Diálogo Social se impone ante una nueva economía emergente, con nuevas reglas
y probablemente con nuevos actores.
La economía del presente y del futuro
Además de los cambios en el ámbito laboral, los avances se dejarán sentir, y en algunos casos ya lo ha hecho, en muy diferentes aspectos. La nueva economía que se avecina tendrá un alto componente de digitalización, de tal modo, que algunos de los impactos ya se pueden percibir relacionados con la volatilidad geopolítica, la expansión de la economía colaborativa, la flexibilidad del mercado laboral o la imperiosa exigencia por una rápida transición a economías más verdes, conscientes de las limitaciones de los recursos y las amenazas ambientales globales.
Se espera, junto a estas repercusiones, que aparezcan otras, como el desarrollo de nuevas formas de energía, más limpias, la proliferación de la robótica y automoción autónoma o, incluso, aspectos relacionados con la ciberseguridad y los ciberataques.
Evidentemente, todas estas innovaciones y transformaciones que se desarrollarán en los próximos años, o al menos así se espera, implicarán cambios, oportunidades, retos, posibilidades y peligros. Lograr minimizar los aspectos más negativos, al tiempo que se maximizan los elementos positivos, será una de las prioridades que tendrán que gestionarse.
Y, en ello cobrará gran importancia, sin duda, la capacidad de los actores económicos y sociales, de regular de un modo adecuado todo este proceso y sus repercusiones, para dar paso a todo un repensar de las dinámicas y ortodoxias laborales que han regido el mundo del trabajo que hasta ahora hemos conocido.
Un nuevo Diálogo Social se impone ante una nueva economía emergente, con nuevas reglas y probablemente con nuevos actores.