Como civilización pareciese que hemos matizado una conciencia moral tan lúgubre que ya ni sabemos cuándo es verdad y cuando es mentira aquello que nos afecta como civiles, haciéndonos culposos cómplices de un regímenes que oprimen, socavan y cohíben todo lo hermoso y sublime que tiene una sociedad, la libertad. Como miembros de una sociedad civil somos –y debemos- ser muy capciosos a la hora de analizar todos los espectros políticos que nos rodean, así también conminar el cumplimiento de las políticas y leyes.
Pero bien, ¿Qué sucede cuando estas fallan, y se ven transgredidas por los mismos que juran –con los dedos cruzados en su espalda- protegerlas y hacerlas cumplir?, ¿Es el rol del Estado eficaz? O peor aún, ¿Realmente conocemos cual es el propósito ideológico que está detrás de aquél que representa? El hincapié resalta a la hora de determinar verdaderamente hasta donde o como debería ser ejercido tal instrumento, que realista y pragmáticamente hablando, se resume en poder, tal cuestión es una discusión que los liberales y minarquistas han tratado de buscar durante la existencia de sus ideologías.
Por ello, pareciese que el pragmatismo en América Latina se encuentra opacado por tendencias mucho más populistas que realmente buscan el interés del desastre, obviando la necesidad del ciudadano, y eso sí, preponderando la del político. Por ello el Estado resulta una conjunción o vinculación de la sociedad organizada y civil en un determinado territorio que mediante el ejercicio y orden de su gobierno y gobernabilidad ejerce su soberanía. Por tanto, más allá de lo que pudiere suscitar y existir en el plano de las ideas es menester, tener en cuenta una cruenta realidad, que el Estado jamás, pudiere resultar para la vida de los individuos un ejercicio de la política sobrevenido para con sus libertades individuales.
A pesar que, cuando las faltas y transgresiones de los gobernantes se vuelven públicas y notorias, o peor aún, Ley se vuelca en contra de los ciudadanos, la rebelión es orden. Debemos entender las sabias palabras de Ludwig Von Mises; “El estado y el gobierno no son fines, sino medios.”. Que se traducen en instrumentos que resultan garantes de las libertades civiles y políticas de los individuos lo que responde (y atiende) a una consecuencia legítima, una costumbre, un orden espontaneo. Por tanto, inclusive se puede inferir que La Ley, aquel límite dado a la conducta del hombre atiende a su vez a unas necesidades reales sociales. No obstante, esto no suele ser así.
En el liberalismo, se defienden las libertades individuales por encima de todo, el hombre y su libertad como especie e individualidad por encima de aquellos instrumentos que solo colocan un orden en la vida en sociedad, sin embargo, en la práctica esto pudiere o no resultar ser así. Una causante puede ser la necesidad de intervención que inclusive hoy en día queda dentro de la sociedad, provocando entonces una necesidad mayor de intervención que trae consigo las malas prácticas y usos de tal instrumento, lo que ocasiona la arbitrariedad estatal y por supuesto, el totalitarismo.
Entender, debe transformarse en dar conocimiento sobre la sana percepción que existen en nuestras ideas ha de ser un punto focal en la divulgación de las mismas, el buscar la manera de generar proyectos en virtud de ello a su vez, ha de ser el norte. Sin embargo, ¿Cómo transformar un Estado que se lo ha consumido y adherido todo? Pues la respuesta está en sus individuos. Si, no hay necesidad de ir más lejos para entender como tal orden espontáneo al que se refería Hayek no solo se impone en los mercados, sino también las prácticas de los Estado absolutistas haciendo por supuesto imponiéndose las realidades sociales por encima de los discursos y demás cuestiones ideológicas que al final, en el ejercicio de la realidad política termine dilapidando sus última fuerzas.
Es importante a su vez, que la instrumentación y el entendimiento de el Estado (concebido en el liberalismo) como un instrumento (o bien también, un medio tal y como se refería Mises) del ejercicio de la vida en sociedad civil puede inclusive coadyuvar en la generación de verdaderas oportunidades para el desenvolvimiento de las libertades individuales, donde las mismas puedan crear condiciones donde al final esa decisión individual sea la que decida el cómo será ejercida, provocando así tal orden espontáneo.
En definitiva, el Estado ha de tener un papel crucial y fundamentalmente limitado, esto para permitir que realmente el ejercicio de los Derecho fundamentales se vea protegido y que además permita iniciativas innovadoras en el marco de la creación de oportunidades para los individuos, sin embargo se entiende que a veces tal libertad debe ser fomentada y apoyada por los esfuerzos de tal instrumento, limitándose así única e irrestrictamente a la Justicia, Legislación y Orden Público.
Autor: Oswaldo Blanco