Uno de los principios que comprende el liberalismo (clásico o moderno) es el de «no agresión». Este principio está estrictamente ligado al principio de la equidad, respecto a ello debemos decir que ésta es una equidad jurídica, mas no social y engloba tanto al ámbito nacional como el ámbito internacional.
La equidad representa la igualdad en derechos y también deberes para los habitantes de un estado o la comunidad internacional.

Se traduce entonces que nadie se encuentra por sobre otros, nadie tiene privilegios especiales jurídicos, ni puede estar por sobre la ley.

En la practica se entiende que nadie puede agredir a otros, ni transgredir los limites de las legislaciones para obtener beneficios particulares a costa de cualquier otro bien jurídico, incluyendo la propia vida.

Como bien sabemos, la vida es el objeto de protección y el bien jurídico mas preciado por supremacía y que hoy vemos vulnerado por los países que se han atrevido a apoyar los vejámenes que hemos podido presenciar durante estos últimos días a raíz del conflicto ruso – ucraniano.

Guerras que únicamente han tenido a lo largo de la historia sustento puramente ideológico sesgado por ideas convertidas en propósitos nocivos con base en doctrinas totalitarias que han sido adoptadas por altos mandos, colaboradores de gobiernos, fuerzas armadas y establecidas como único medio para la consecución de fines estrictamente individuales.

Por tanto, nos encontramos en vías de rechazar tajantemente las represiones, vejámenes y vulneración de derechos en todos sus ámbitos ya que no propugnan salidas a la paz y mucho menos comulgan con las ideas del liberalismo.

Finalmente podemos agregar que los pactos internacionales han establecido que todo país independiente es soberano y tiene la facultad de auto determinarse para decidir el rumbo de sus habitantes, siempre que pueda velar por su seguridad y bienestar.

Catalina Saire