“El dinero es lo único que la competencia no abarataría, puesto que su atractivo se basa en que se conserve su «carestía»” — Hayek, F. 1978. La desnacionalización del dinero.
Tras la crisis financiera de 2008, distintos gobiernos utilizaron el dinero de los contribuyentes para rescatar a las principales entidades bancarias de una inminente quiebra. Esto en detrimento del poder adquisitivo del dinero; son las personas de a pie, los tenedores de ese dinero, los que terminan perjudicándose. Así, junto con la devaluación del dólar y con el recorte de las tasas de interés, surgió en los ciudadanos la determinación de crear un medio de pago descentralizado e independiente de los gobiernos y de las grandes instituciones bancarias.
De esta manera, un año más tarde Satoshi Nakamoto[1] identifica la necesidad de “un sistema de pagos electrónicos basado en pruebas criptográficas en vez de confianza[2], permitiéndole a dos partes interesadas poder realizar transacciones directamente sin necesidad de un tercero confiable”[3] y así crea un sistema de pago electrónico persona-a-persona (Per to Per, P2P) al cual llamó Bitcoin, siendo este también el nombre de la criptodivisa[4] que se transa.
El Bitcoin opera a través de una red de ordenadores (o nodos) descentralizados que están bajo la supervisión de “mineros” quienes generan nuevos bitcoins al brindar sus servicios de verificación y procesamiento de las transacciones entre usuarios, también mantienen la seguridad de la red, al registrar las transacciones en un libro común (en términos contables) que es público, inalterable y permanente en la red.
A diferencia del dinero emitido por los gobiernos, esta moneda digital se encuentra limitada por algoritmos matemáticos, siendo este el punto de partida de donde derivan otras criptodivisas (también conocidas como “altcoins”[5]) que no pueden ser alteradas en el tiempo, limitando así su cantidad. En el caso del bitcoin, su existencia se encuentra limitada a 21 millones de unidades y su precio se establece por plena interacción entre oferta y demanda.
Aunque existen más de 8 mil criptodivisas, en el mercado predominan 14; para el cierre de la primera semana de octubre de 2021, la capitalización se ubica en 2.3 billones de dólares, con un volumen total de transacciones de 197.10 mil millones de dólares, alcanzando montos sin precedentes.
El elemento diferenciador de estas monedas digitales se debe a que utilizan una arquitectura tecnológica llamada “Blockchain” o “cadena de bloques”, lo que significa el registro único de una red de información consensuado y distribuido en varios nodos; si bien su funcionamiento pudiera ser complejo, en palabras llanas no sería más que el libro contable donde se registran cada una de las transacciones que se realizan.

El alcance de esta tecnología puede llegar a ser beneficioso para lograr una sociedad más libre y prospera, al brindar a los ciudadanos un mecanismo que garantice la transparencia en el registro de la información almacenada; la eficiencia, al poder extraer la información de diversas fuentes de datos; la descentralización, al no depender de un ente central que controle las operaciones y actividades y, por último, la inclusión y control ciudadano, al conocer de forma directa la información almacenada.
Para poder aplicar la tecnología Blockchain a los proyectos, ya sea en entidades públicas o privadas, pueden revisar El Manual de Blockchain realizado por el programa de Cedice Futuro.
Venezuela
El gobierno de Maduro ha manifestado públicamente su aprobación sobre las criptomonedas; no obstante, esto no siempre ha sido así:
En el año 2016 el gobierno comenzó una persecución hacia aquellas personas que se dedicaban a la minería de criptomonedas, una actividad considerada ilegal bajo los móviles de legitimación de capitales, contrabando y asociación para delinquir, fraude cambiario e ilícitos eléctricos; un año más tarde hubo un cambio de 180° en el discurso del Ejecutivo Nacional sobre este tema.
Bajo el decreto N° 3.196 publicado en Gaceta Oficial Extraordinaria N° 6.346, el gobierno nacional creó El Petro, un criptoactivo respaldado en barriles de petróleo bajo una relación con el dólar de US$ 60/₽ 1, pretendiendo ser utilizada como moneda de curso legal o unidad de cuenta; una medida inconstitucional[6].
Para los venezolanos, las criptodivisas — al igual que el dólar estadounidense — han representado un refugio de valor ante el terrible proceso hiperinflacionario que se vive en el país desde finales de 2017, contrarrestando así la erosión que esto genera en el poder de compra. Conviene destacar además que las criptodivisas incluso han sido utilizadas para el envío de remesas por parte de familiares en el exterior.
Desde el año 2015 hasta la actualidad, el mercado venezolano ha transado en promedio un total de US$12,42 millones de dólares, con un volumen de intercambio promedio de 1.788 bitcoins, ubicando a Venezuela en la posición N° 3 en el Índice de Adopción Global de Criptomonedas realizado por la compañía Chinalysis para junio de 2020[7].
El Mundo
El boom que ha generado el Bitcoin y las criptodivisas a nivel mundial pone en jaque al monopolio de emisión de dinero que han venido ejerciendo los Estados durante años, por medio de sus bancos centrales. La tecnología Blockchain posibilita que cualquier persona cree su propia criptodivisa, eliminando el privilegio de exclusividad del dinero fiat y propiciando a su vez una competencia de monedas[8], lo que incentiva[9]:
- El emisor de la criptodivisa hará todos los esfuerzos por preservar el valor de la moneda que emite; de lo contrario, corre el riesgo de que su moneda se devalúe y, en consecuencia, pierda la confianza de los ciudadanos.
- El emisor podrá conseguir la confianza de los ciudadanos regulando el volumen de su emisión, y
- Un dinero con poder adquisitivo relativamente estable encontrará una demanda continua siempre y cuando este dinero sea de libre acceso.
El uso de criptodivisas genera cambios disruptivos en la economía nacional; en consecuencia, los Estado — ante la necesidad de mantener la prerrogativa emisión de dinero — buscan regular y prohibir el uso de las mismas, como ha sido el caso de 12 países, sumándose recientemente China, quien a pesar de haber prohibido oficialmente su comercialización en 2019, esta vez — a través del Banco Central de China — indicó que “las actividades comerciales relacionadas con moneda virtual son actividades financieras ilegales, que pone en grave peligro la seguridad de los activos de las personas” [10].
“No es posible, creo, destruir las criptomonedas, pero es posible que los gobiernos desaceleren su avance.” – Elon Musk
Por su parte, la alternativa que están estudiando los bancos centrales es la digitalización del papel moneda, creando así las llamadas monedas digitales del banco central o CBDC, por sus siglas en inglés, el objetivo es que sean utilizadas como el efectivo, respaldadas por las reservas bancarias, aunque su implementación se estima para los próximos años. La gran pregunta es ¿esto pondrá fin al monopolio de la emisión o será una modernización del dinero fiat?